¿Conoces el viejo adagio: “No juzgues un libro por su portada”? Lo mismo se aplica a las personas.
La persona con la que instantáneamente conectamos puede volverse nuestro peor enemigo, mientras que la persona
con quien no siempre congeniamos, algunas veces está destinada a convertirse en nuestro mejor amigo.
Podemos pensar que conocemos a la persona frente a nosotros, pero nunca lo hacemos realmente.
Vemos la portada, no el alma.