Cuando las personas comienzan un camino espiritual, a menudo quieren que los cambios ocurran de manera instantánea. De no ser así,
se frustran y se preguntan qué los está deteniendo. Pero el cambio no ocurre porque has tomado una clase, tienes conocimiento o porque eres perspicaz.
El cambio es una batalla.
Desarrollar una conciencia más grande es un trabajo duro. En cada momento debemos utilizar toda nuestra fuerza en la guerra
contra nuestra vieja forma de ser, contra la parte de nosotros que no quiere cambiar, esa es la voz del lado negativo. Utilizo la palabra
guerra en una forma muy deliberada ya que es exactamente eso. Para que ocurra la transformación real, tenemos que pelear con todo lo
que tenemos, y cuando somos derribados, tenemos que levantarnos de nuevo sabiendo que estamos más cerca de la victoria que antes.
El Rav Brandwein explicó que la diferencia entre aquellos que ganan la batalla y aquellos que no es que los que ganan sabían desde el
comienzo que era una batalla y sabían que ganarían. Los que no, carecían de este entendimiento y convicción.
La guerra de la conciencia es mucho más difícil que cualquier batalla física. Es la guerra que nos prueba para volvernos mejores personas,
y no es una guerra que se gana fácilmente. Necesitamos saber que existe un proceso y confiar en él.
La fruta que no ha madurado hoy, algún día estará dulce. Nosotros cambiaremos. Nuestra conciencia crecerá. Es nuestro destino colectivo.
Mientras que el ego siempre buscará los resultados inmediatos, la conciencia se desarrolla y la transformación ocurre cuando abrimos nuestros
brazos al proceso y permanecemos firmes batallando en nuestra guerra espiritual.
Siempre que escojamos continuar la batalla, nos comprometeremos en un proceso de cambio y permaneceremos conectados a la Luz.