Sabemos cuántos “milagros” hizo Jesús a lo largo del Evangelio. Sin embargo, Juan presenta la conversión del agua en vino no como un “milagro” sino como un “signo”. Este fue el primero de los signos de Jesús…
Un milagro es una gracia extraordinaria (siempre inmerecida) que Dios hace para favorecer a alguien. Por ejemplo, Jesús cura al ciego de nacimiento, al paralítico… y a muchos otros. El milagro tiene por destinatario a la PERSONA.
El signo es muchas veces un hecho extraordinario (convertir agua en vino) pero su finalidad última no es beneficiar a alguien sino “anunciar un mensaje”
La acción de Jesús benefició a aquellos novios que hubieran pasado un mal momento, pero su finalidad fue mostrarles a los primeros discípulos que el Mesías ya estaba en medio de ellos… y sus discípulos creyeron en Él.
A los cristianos no se nos pide “hacer milagros”, pero sí hacer de nuestra vida un “signo”: Nosotros conocemos el amor que Dios nos tiene y creemos en él.