Nuestras percepciones iniciales sobre las personas y las situaciones son usualmente lo opuesto a la verdad.
En una relación, por ejemplo, generalmente nos sentimos tan atraídos hacia alguien basados en el primer encuentro sólo
para encontrar luego que no son las personas que habíamos imaginado. Por otro lado, algunas personas a las cuales
juzgamos duramente al principio terminan convirtiéndose en nuestros mejores amigos.
Existe un antiguo adagio que dice: “Sólo los tontos se apresuran”.
Al restringir nuestro juicio, permitimos que la situación se desenvuelva de tal manera que podamos percibirla con claridad.