EL LUGAR DEL SILENCIO
Hay un lugar al cual puedes dirigirte para descansar
y liberarte del temor y la preocupación.
Ese lugar no se encuentra lejos
ni es de difícil acceso.
Se encuentra justo donde estás ahora.
Se encuentra justo donde estás
cada vez que aquietas tus pensamientos
y estás solo con Dios.
En el silencio, hay quietud y paz.
No es la quietud del dormir.
No es la paz del sueño.
Es la quietud que el árbol conoce
cuando el sol penetra sus hojas extendidas
en el atardecer del verano.
Es la paz que siente un pájaro
cuando flota serenamente
con el movimiento del aire
sin mover sus alas.
Es la quietud que sentimos´
en la presencia sustentadora de Dios.
¿Has recibido alguna vez a alguien que amas
y que ha estado lejos por mucho tiempo?
En medio de los empujones, el entusiasmo, el apuro,
cuando la persona amada entró por la puerta,
por un momento desaparecieron el ruido y la confusión,
extendiste tu mano, y había sólo amor, paz y gozo.
De modo que, cuando entras al lugar del silencio,
no importa lo que te ocurra en el mundo externo,
por un momento el ruido y la confusión desaparecen,
y sólo sientes la paz y el gozo de Aquél que amas,
de Aquél que te ama.
Debajo de las olas yace el mar profundo y tranquilo.
Arriba de las nubes, los cielos se encuentran serenos.
En el centro del volante hay un punto que no se mueve.
Debajo del aspecto superficial de los eventos,
por encima del nivel de pensamiento,
hay un lugar de paz en el fondo de tu corazón.
El silencio es un lugar para pensar
en el cual tu mente puede caminar sola y descansar.
El silencio es una piscina profunda
en la cual tu alma puede mirar fijamente
dentro de la profundidad de sí misma.
El silencio es un puente que te lleva a Dios.
¿No es la música más hermosa gracias a los intervalos?
¿No es la elocuencia más apasionada cuando hay pausas?
¡Lo más encantador de la canción más encantadora
es la música inaudible que canta el corazón!
¡Lo más profundo de la efusión más apasionada
son los sentimientos no dichos!
El silencio es el lenguaje que supera el lenguaje,
la conversación maravillosa sin palabras de tu alma con Dios.
Es en el silencio
que Dios escribe en el vacío del espacio
y acentúa oraciones con estrellas.
Es en el silencio
que nacen las grandes ideas.
Es en el silencio
donde la vida encuentra significado.
En el centro del silencio
se encuentra la presencia de Dios.
¿Qué es la presencia de Dios?
No es un sonido,
ni una apariencia,
ni una idea.
Es la fuerza que necesitas.
Es el valor que no tenías antes.
Es la inspiración que buscas.
Es el amor que te dice que no estás solo.
Es la confianza de que todo está bien,
como la luz de una ventana
sobre un camino solitario en la noche,
como la mano de un amigo que se extiende
en un momento de necesidad,
como el aspecto de tu propio hogar
después de un largo viaje.
Hay muchas clases de silencio.
El silencio perezoso de los campos al mediodía.
El silencio intranquilo de una ciudad dormida.
El silencio de una aflicción
demasiado honda para las lágrimas
y de un gozo
demasiado grande para la risa.
Existe un silencio comprensivo
entre los nuevos enamorados
y los viejos amigos.
El movimiento de los cielos,
el desarrollo de los seres vivientes,
es silencioso.
Pero más hondo es el silencio
del lugar de paz en ti.
Más hondo es el silencio
donde comulgas con Dios.
En ese silencio encuentras
la fuerza para el cuerpo cansado,
el amor para el espíritu solitario
y la paz para el corazón atribulado.
Allí tu ser entero se vuelve
un lugar de oración.
Allí te das cuenta
de que eres un hijo de Dios.
Caminas y conversas con Dios
por la pradera de la mente,
en el valle de la satisfacción,
por los manantiales de la renovación,
en el lugar del silencio.