"Ser humilde no significa dejarse esclavizar y pisotear, o
sentirse en inferioridad con respecto a los demás. La verdadera
humildad consiste en inclinarse no ante los humanos, sino ante el
Señor, como hizo Jesús en el jardín de Getsemaní que,
sabiendo las torturas que iba a sufrir, rezó: «Padre, si es
posible, ¡que esta copa se aleje de mi! Pero, hágase tu
voluntad, no la mia».
Nosotros tampoco debemos ser humildes ante los humanos, sino
sólo ante el Señor poniéndonos a su servicio. Y cuando pasamos
pruebas, no debemos dirigirnos a Él para pedirle cuentas, porque
es en la aceptación y la humildad que nos fortalecemos. La
humildad es una sabiduría que nos pone en el camino del
verdadero poder."