Un gran sabio kabbalista fue una vez desafiado a explicar
todos los secretos de la Biblia mientras permanecía parado en
un solo pie. Sin titubeos, levantó un pie del suelo y dijo:
“ama a tu prójimo como a ti mismo. Todo lo demás es comentario”.
Esta frase espiritual no sólo contiene todos los secretos
de la Biblia, sino también los del Universo entero. De hecho,
es nuestro “boleto de ida” a toda la alegría y la
realización que el Creador desea que experimentemos.
El problema es que olvidamos que vivir en esta conciencia
es para nuestro propio beneficio.
Es una gran paradoja y, sin embargo, un poderoso principio
espiritual que un acto de compartir beneficia al dador
infinitamente más que al receptor. Ya sea un hombro sobre
el cual recostarse o un Ferrari nuevo, lo que obtiene el que
recibe palidece en comparación con lo que el dador obtiene:
cercanía al Creador. El Creador es una fuerza infinita de
todo lo bueno; es la fortaleza que necesitamos, el amor
que anhelamos, la respuesta que buscamos, la inspiración
que canalizamos y la paz mental que deseamos. Cuando
estamos conectados al Creador, elevamos nuestra conciencia
a un lugar en el que podemos alcanzar realización total.
Al dar desinteresadamente, por definición nos encontramos
sin “interés propio”, sin el "yo" y en este estado podemos
elevarnos por encima de nuestros temores, dolores y
problemas. No hay límite a lo que el compartir puede hacer
por nosotros, ya que nos conecta a la fuente desde la cual
provienen infinitas bendiciones.
Cuando entendemos que cuidar otros nos beneficia más a
nosotros, podemos comenzar a dar de nosotros mismos más
incondicionalmente, sin necesitar nada a cambio, porque
sabemos que lo estamos obteniendo todo.
Compartir y cuidar de otros no se trata sobre ser una
buena persona. Ni siquiera se trata sobre mantener
un precepto religioso o un principio espiritual. Se
trata sobre cómo tenerlo todo.