La paz es un artículo que escasea, y son muchas las alteraciones del alma: estrés, miedos, neurosis, depresiones, desesperanza…
No existe una manteca “cristiana” ni un auto “cristiano”, pero sí una paz cristiana. Lo enseñó Jesús: …les doy mi paz, pero no como la da el mundo.
¿Dónde está la paz del mundo? El “mundo” no puede “pacificar” nuestro corazón. La paz que Cristo promete y está ligada a su presencia en nuestro espíritu porque ¡él es la paz!
¿Quieres paz? Acércate a Jesucristo. Lee el Evangelio, habla con Jesús, confía en sus palabras, esfuérzate por cumplirlas. Si me amaran…
¡Este es el secreto!: sentir el amor que Jesús nos tiene y esforzarnos por corresponderlo.
Señor, necesito tu paz. Dame tu paz, Señor, esa paz que brota solo de tu amor.