Sana, Señor, las raíces de mis tristezas ocultas, llega hasta el fondo de mis males, para que pueda recuperar el verdadero gozo. Eso espero de tu amor, mi Señor poderoso.
No dejes que me entregue en los brazos enfermos de la melancolía, no permitas que me envenene interiormente con las quejas o el desaliento. Todo eso es inútil. No quisiera gastar mis energías y mi tiempo en esos sentimientos dañinos.
Mejor tómame con tu luz. Dame una mirada positiva, optimista, esperanzada. Convénceme, con un toque de tu Espíritu, de que la entrega generosa a tu Reino es el mejor camino. Amén.
Víctor Fernández