LA VIDA Y LA FORMA.
Puesto que en la Naturaleza la forma está subordinada a la vida, así debe llegar a estarlo en el hombre. El hombre debe vivir desde adentro de sí mismo, buscando el cumplimiento o realización de la vida más bien que la perpetuación de la forma. La forma es la servidora de la vida, pero en el mundo, la vida se ha hecho sierva de la forma. La vida, no obstante, está destinada a triunfar completamente, y la forma, por fuerte que sea, debe ser dominada al fin. Esta derrota causa pena a los que han puesto su confianza en la forma sola. Pero para quien ha aprendido a confiar en la vida, no existe pena, pues ha encontrado el secreto de la felicidad. Identificado con la vida y confiado en ella, comparte su libertad, conoce su felicidad. El dolor pertenece a la forma; el sufrimiento es inevitable a los que están bajo su dominio, pues la forma, siendo transitoria, tendrá que desvanecerse inevitablemente: siendo mortal habrá de perecer algún día. La vida es sempiterna, inmortal; quienes ponen su confianza en ella conquistarán la muerte y alcanzarán ventura eterna. Sin embargo, vida y forma no son en realidad contrarias, sino dos aspectos gemelos del Uno de donde ambas proceden. Por la experiencia v comprensión de ambas, el hombre encuentra su camino hacia el Uno. Esta proeza es la finalidad de la vida humana. Vida y forma son las dos columnas del pórtico que conduce a la morada del Supremo Uno. Entre las dos pasa el Camino que todos los pies deberán hollar.
Hasta los Dioses más elevados lo han hollado —aquellas Siete Elevadas Inteligencias en quienes se manifiestan perfectamente las siete notas o modalidades. Hasta el Supremo Uno conoció sus goces y rigores muchísimo tiempo ha, en universos que ahora están convertidos en polvo.
Bestias salvajes, hombres cultos y civilizados, genios, profetas, santos y venerables hombres, se apiñan en la senda que lleva a la vida eterna, acercándose cada vez más al portal de liberación de los pares de opuestos, que es la meta. Más allá de ese portal están los “hombres justos hechos perfectos”, los Adeptos, los Reyes Espirituales, en la morada del Supremo. A estos grandes Seres también puede encontrárseles en la senda, por haber regresado voluntariamente a vivir en una forma a fin de ayudar, de curar, de guiar y de inspirar a la humanidad que lucha, a Sus hermanos menores. (tomado de Meditaciones sobre la vida oculta - Geoffrey Hodson)
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