Nuestra condición humana nos orienta a buscar el complemento y la compañía. Con los diferentes nos completamos y con los semejantes nos acompañamos. La recíproca donación nos acrecienta y vamos resolviendo los retos y desafíos de la vida.
La sociabilidad nos anima a establecer relaciones amorosas y de amistad con las personas. La soledad es la realidad que más intensamente deshumaniza nuestra existencia. En esta vida vivimos la relación con los demás, incluyendo esposa, hijos y hermanos en medio de gozos y fricciones.
La plenitud de la vida que aspiramos alcanzar, viviendo como discípulos y seguidores de Jesús, nos depara una vida exenta de sobresaltos, desilusiones y penas.
Nuestra identidad subsistirá y podremos participar de una existencia marcada por el amor rebosante de Dios. El amor vivificante del Padre nos transformará para vivir la dicha perdurable.