Te ruego, Señor amado, que toques mi corazón con tu gracia, que me cautives una vez más, que me deslumbres con tu figura, que me hagas sentir nuevamente que eres mi tesoro, mi vida, mi roca, mi luz, que sin ti nada puedo, que todo es basura al lado de tu gloria, que tu amor vale más que la vida.
Recuérdame que tú eres la palabra que necesito escuchar, el agua que me hace falta para beber, el aire que preciso respirar. Muéstrame los nuevos caminos que tienes preparados para mí y despierta una vez más el hambre y la sed de ti.
Tú eres el fuego, la caricia, el perfume, el sabor, la esperanza, mi bien y mi riqueza. No hay otra cosa que valga la pena, y todas las cosas de esta tierra que parecen divinas sólo son un engaño que tarde o temprano se descubre. Levántame, Señor, para que escuche una vez más tu llamado y te siga con el corazón abierto. Amén.
Víctor Manuel Fernández