Estoy viviendo muy de prisa
Estoy viviendo muy de prisa, Señor,
no me detengo en nada y por nada,
las circunstancias me van viviendo,
y no vivo yo, sino las circunstancias.
Paso de una actividad a otra.
Dicen que esto es el mal del siglo,
pero no me gusta, Señor, ir tan de prisa.
Los días y las noches se me pasan presurosas
y creo que dejo de hacer cosas muy bellas.
Mi vida se desliza en forma vertiginosa;
quiero detenerme y ver una puesta de sol
que tiñe de rojo el agua de la laguna,
o las nubes sobre las montañas;
quiero encontrar tiempo para visitar
a un enfermo; dame tiempo para leer.
Pero sigo repitiendo; "no tengo tiempo".
Cuando veo el reloj y son ya
las once de la noche, analizo:
corrí, corrí como todos los mortales.
Dejo de disfrutar, de saborear
las miradas tiernas de los niños,
de observar los pétalos finos de una rosa.
No tengo tiempo de detenerme
a ver los parques, la belleza de las flores,
el ruido de las fuentes y el trino de los pájaros,
junto con los niños que corretean,
à€que hacen todo un poema.
Dame fuerza, Señor,
para detener mi carrera.
Quiero sentir en mí la paz, para darla
a cada uno de mis hermanos de peregrinar,
que, tal como yo, corren y corren.
Dejamos lo trascendental por lo transitorio.
En todos los rostros se observa
un duro rictus de velocidad,
que lo va desfigurando.
Dame, Señor, serenidad para vivir,
calma para detenerme y poder amar a todos.
Sin prisas, sin velocidad, sin atropellamiento.
Te ofrezco mi jornada de hoy, Señor,
quiero que la llenes de tu amor,
para poder darlo a los demás.
Amén.