En el momento oportuno es necesario mirarse en el espejo de la propia trayectoria personal y reafirmar cuál es el verdadero tesoro y la riqueza que no se echa a perder y que finalmente, llena de significado nuestra existencia.
Cuando se vive de manera auténtica se valora en la justa proporción los fines y los medios. Los llamados bienes antepenúltimos (salario, profesión), no pueden desbancar a los bienes penúltimos (salud, afecto, libertad) y mucho menos al bien y fin último de la vida (la felicidad, la trascendencia, la dicha verdadera).