LA VOZ CURATIVA
Por Karina Quiroga
“Y en el principio fue el Verbo…”
Así reza el Génesis. Y de manera similar, todas las tradiciones antiguas (griegos, persas, hindúes, chinos, pueblos originarios de distintas etnias) expresan de uno u otro modo ese mismo concepto fundamental: Nada Brahma, todo es vibración . El Universo fue manifestado a través de un sonido fundamental, muchas veces asociado a la expresión de la Voz como principio creador.
La voz humana es el instrumento musical por excelencia; todos los demás fueron creados por el hombre para acompañarla en prácticas tan fundamentales como los círculos ceremoniales, los ritos de pasaje o las prácticas medicinales o espirituales.
Nuestra especie, consciente de la existencia de una fuerza inmensamente poderosa y dadora de vida, ha cantado para mantener una relación recíproca y cercana con la presencia de la Divinidad, para orar, pedir, agradecer, y celebrar; para sanar y para recuperar poder para un individuo o una comunidad; para defenderse de sus enemigos; para expresar con belleza y profundidad cada uno de los momentos de su historia, a veces teñidos de dolor y otras veces de gracia, y hacerlo con arte pero fundamentalmente, con honestidad y sensibilidad. La voz humana ha sido la intermediaria natural para acercar lo físico a lo sutil, y viceversa, atraer las fuerzas del espíritu para que fecunden la materia, y es el recurso que por excelencia fusiona la experiencia de lo corpóreo y lo mágico al mismo tiempo.
No obstante, la modernidad trajo consigo muchos cambios que afectaron al ejercicio natural de apelar al uso de la voz cantada en la vida diaria y comunitaria. El hombre sintió que podía tomar el control de su destino, y la necesidad de comunicarse con lo divino, dejó de representar una necesidad prioritaria: esa relación recíproca, y las formas sonoras de esa relación, se habían perdido.
A su vez, la composición musical, que dio a luz la creación y ejecución de magníficas obras , quedó reservada para los expertos y las personas dotadas de talento y del conocimiento de ese arte. La voz dejó de pertenecer a todos por igual, y comenzó a ser privilegio de quienes poseían el talento para expresar complejas melodías con la belleza que los cánones culturales comenzaron a imponer.
Y la voz que acunaba a los bebés y niños, tarareaba al realizar las tareas cotidianas, entretenía en las esquinas, celebraba en las festividades religiosas y paganas compartidas en comunidad, comenzó a acallarse en nombre de otros logros: el hombre se había adueñado del progreso y había perdido y olvidado la capacidad de expresar el Alma a través de su instrumento más cercano: su propia Voz.