"No existe mayor felicidad que la de sentirse, al menos una vez en
la vida, un verdadero hijo de Dios. Tener al menos una vez la
sensación de estar protegido en el seno del Eterno, con el
primer candor, con la primera inocencia. Para tener la
posibilidad de experimentar un día este estado de conciencia,
debemos emprender un gran trabajo con la luz para iluminar, para
purificar todos los rincones oscuros de nuestra vida psíquica.
Si tratamos de identificarnos cada vez más con nuestro Yo
superior, con nuestro espíritu, un día nos acordaremos de lo
que éramos en el pasado lejano, cuando todavía vivíamos en
Dios. De esta manera, llegaremos, poco a poco, a sentirnos
regenerados, visitados por la gracia, hijos e hijas de nuestro
Padre celestial. Sólo nuestro espíritu es realmente inocente y,
si nos esforzamos por acercarnos a él, recobraremos
nuestrainocencia original."
(Omraam Mikhaël Aïvanhov)