Así como buscamos hacernos con una riqueza que nos permita vivir esta vida terrena, así también hay que buscar hacernos ricos a los ojos de Dios, utilizando y empleando todos los dones y gracias que Dios nos ha concedido, y también tenemos que emplear los mismos dones que obtenemos para ese mismo fin, es decir, para hacernos con un tesoro en el Cielo, donde no hay peligro de que lo roben los ladrones.
Dios quiere obtener frutos de los hombres, por eso no vale el dicho de quien dice: “Yo no hago nada malo”, y cree que con eso está a salvo y merecerá el Cielo. ¡No! Dios quiere que evitemos el mal, pero que hagamos positivamente el bien, porque con su ayuda podemos dar gloria a Dios, que si bien no aumentamos la gloria de Dios, debido a que ella es infinita y a Dios no le podemos agregar nada, sin embargo tenemos que dar frutos porque Dios nos ha creado para ello.
Cada cual a su medida debe saber emplear bien su fortuna material y espiritual con que Dios lo ha dotado, y trabajar incansablemente para presentarse al fin de sus días ante Dios, con las manos llenas de buenas obras. Entonces sí que el siervo fiel podrá oír esas bellísimas palabras del Señor: “Ven, siervo bueno y fiel, entra a participar del gozo de tu Señor”. Y esto será para siempre, por los siglos de los siglos; o como se suele decir: “mientras Dios sea Dios”.