Dios no es alguién o algo, que por su grandeza no podamos comprender, pues a la luz del evangelio, esa infinitud de Dios, se torna completamente comprensible a nuestra mente finita, porque somos capaces de traspasar las palabras y los conceptos y quedarnos con nuestras propias vivencias espirituales, porque "aún cuando no podemos ver a Dios, podemos conocerlo y amarlo viviendo diariamente la voluntad del Padre y revelarlo a nuestros semejantes."1453 Todo depende en gran parte del empeño que ponemos en amar y comprender a nuestros hermanos, a quienes si podemos ver.
El ser humano está rodeado de cosas que no puede comprender, tanto en el plano material como espiritual, pero esa porción de Dios que mora en nosotros, es la que nos impulsa a ir más allá de lo que realmente somos y hacer de lo ordinario y cotidiano algo extraordinario, porque gracias a que Amar a Dios, no es cultivar un sentimiento, ni dejarnos llevar por una emoción esporádica, sino que es un trabajo interno de tiempo completo, porque limpiar nuestra mente y nuestra alma para que nuestro cuerpo que es el templo de Dios esté limpio, no es tarea fácil. Amar a Dios es la adhesión de nuestra mente y de nuestra inteligencia para descubrir la Verdad donde quiera que ella se encuentre. Es la entrega de nuestra voluntad para hacer la Voluntad de Dios. Es encontrarlo en el contacto directo con nuestros hermanos y demostrar con nuestras obras que somos sus hijos.
Amar a Dios es encontrarlo en la Verdad, la Belleza y la Bondad de nuestro planeta, de nuestro entorno y especialmente en nosotros mismos porque “ la autoconciencia intelectual puede descubrir la belleza de la verdad y su calidad espiritual, no sólo en la consistencia filosófica de sus conceptos, sino en forma más certera por la respuesta infalible del Espíritu de la Verdad siempre presente. La felicidad resulta del reconocimiento de la verdad, porque se puede vivir en la propia experiencia." 42 pues "el crecimiento espiritual produce un gozo duradero y una gran paz, porque la felicidad más elevada, está siempre vinculada al progreso espiritual."1098
Toda verdad, sea material, filosófica o espiritual es a la vez bella y buena. Toda auténtica belleza ya sea arte material o simetría espiritual, es a la vez verdadera y buena. Toda bondad genuina, ya sea moralidad personal, equidad social o ministerio divino, es igualmente verdadero y bello”43 porque la verdad viva es la única que es capaz de dar los frutos del espíritu, que a su vez son los que cambian nuestra vida rutinaria en algo de valor de sobrevivencia eterna, porque "la experiencia de una vida religiosa dinámica, transforma al hombre mediocre, en una personalidad de poder idealista.1094 cuyas acciones no sólo transforma a dicha personalidad sino que influye en el Todo pues "La religión sirve al progreso de todos, porque fomenta el progreso de cada individuo, y el progreso de cada uno es aumentado por el logro de todos."1094
La verdad, la belleza y la bondad, cualquiera sea el uso que se pueda hacer de ellas, pertenece en esencia al Creador, que por ellas proyecta en la apariencia algo de su Ser y al hacerlas parte de nosotros, nos estamos asemejando a El y como consecuencia de esta semejanza con Dios encontramos la felicidad y la paz interna, “porque cuando el hombre comienza a comprender y a experimentar la personalidad y el carácter del Dios vivo, es conducido cada vez más, al amor de un Padre bueno y perfecto, universal y eterno”1675 porque "El ser humano maduro pronto comienza a ver a todos los demás mortales con sentimientos de ternura y con emociones de tolerancia. Los hombres maduros tratan a los seres inmaduros con el amor y la compasión que un padre tiene hacia sus hijos ya que el desaliento, la preocupación y la indolencia, son prueba positiva de la inmadurez moral. La sociedad humana se enfrenta con dos problemas: cómo alcanzar la madurez del individuo y cómo alcanzar la madurez de la raza."1773
Problemas que sólo pueden ser resueltos en la medida que cada uno de nosotros aporte su propia evolución espiritual, porque el mundo sólo puede cambiar cuando tú y yo seamos mejores y proclamemos el evangelio con nuestro ejemplo.
yolanda silva solano
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