Padre, tú has creado este universo para que me ayude a conocerte mejor y a amarte mejor.
Cada rayo de luz, cada flor, cada nuevo paisaje a la vuelta del camino es un mensajero oportuno que me invita, por senderos fáciles, a subir hasta ti.
El rocío de la noche y el gallo que canta por la mañana, el viento que murmura al pasar y el pan sobre la mesa, todo me habla de tu bondad.
Pero me falta la atención del corazón para encontrarte en todas las cosas.
Consérvame un alma vibrante, entusiasta, un alma joven, que no se canse de leer el poema de la Naturaleza.
Ayúdame a encontrar bajo los colores y los sonidos tu pensamiento divino, como el lector encuentra, bajo las letras del libro, el pensamiento del autor.
¡Que la Naturaleza sea para mí un templo grandioso, donde cada detalle me revele tu gloria, tu poder y tu bondad!