Señor, a veces pretendo un paraíso para ser feliz.
Me lamento porque la vida de cada día está llena de límites, de imprevistos, de cansancios y preocupaciones.
Sin embargo, igualmente me invitas a ser feliz. Ayúdame a encontrar la felicidad en medio de las dificultades, sabiendo que estás conmigo.
Recuerdo que tu cruz siempre trae bendiciones, y cuando te ofrezco mis dificultades allí siempre nace una bendición.
Te doy gracias, Señor, por las cosas buenas que aprendo gracias a las dificultades, porque así me enseñas a convivir, a entregarme y a hacer el bien.
Gracias porque me haces madurar y crecer, y porque estás conmigo en cada momento Amén.
P. Víctor Fernández