SUSURRO DE UN BÚHO EN LA NOCHE
Sobre la vieja farola, siempre apagada,
me gusta mirar a la gente que vive de noche.
Antes, la noche era casi todo para mí.
No estaba contaminada.
Y en estos nuevos tiempos ya no saboreo mis noches.
Me gustan la soledad y el silencio; nací en ellos.
Y soy todo plumaje y vuelos como de algodón.
Me gusta la noche llena de estrella y luna
"otros ojos" que miran desde lo alto
y tienen grabadas en sus pupilas las "noches de hoy".
Soy todo ojos. Ojos que se abren en la oscuridad,
ojos que no soportan el resplandor de la luz.
Soy todo oídos. Cualquier ruido es grande en la noche.
Desde mi vieja farola, arañada por el viento y la lluvia,
miro a los hombres y me pregunto: ¿adónde van?
Se han hecho, muchos de ellos, "búhos de la noche".
Búhos en sus guaridas llenas de ruidos y mal olor.
¿Cuándo duermen? ¿Cuándo trabajan? ¿Están ciegos?
Quisiera ser, Diosito lindo, centinela de sus vidas
para cuidar sus pasos que caminan sin saber el rumbo.
Centinela, Diosito, de los que vuelven a casa
y se quedan tirados en cualquier cuneta.
¿Quieres mis ojos para ellos, Diosito de la luz?
Mis ojos, para que alumbren lo profundo de sus corazones.
Tú los llamaste a la vida para caminar como "hijos de la luz".
¿Acaso la noche se ha vuelto tinieblas
de los que no tienen camino?
Diosito lindo, toca sus ojos, y que de nuevo vean
Emilio L. Mazariegos