SUSURRO DE LA MARGARITA
Alabado seas, mi Señor, en las pequeñas cosas.
Salí de tus manos y llevo tu marca en mis pétalos;
su blancura habla de la pureza de tu amor.
Y al sentirme sencilla y humilde en la pradera te digo:
Gracias porque no soy importante. Me siento bien así.
Me siento feliz, Señor mío, en el ribazo del camino
o en manos de dos jóvenes diciéndose el amor.
Me siento feliz cuando juegan con mis pétalos
y los arrancan, uno a uno, hasta dejarme desnuda,
en busca de la suerte de un "si-no me quieres".
Me siento feliz sobre una tumba vacía y sola,
cuando alguien, al irse en silencio y con dolor,
deja en mi piel un beso que no era para mí.
Me siento feliz, mi Señor,
en las manos de un muchacho que,
al mirarme, se pierde en los sueños de su corazón.
Me siento feliz cuando un niño me ha cortado
y corriendo me lleva hacia su madre para decirle "te quiero",
y cuando, mientras él juega con las mariposas,
la mamá acaricia mis pétalos y sueña con su niño.
Me siento feliz cuando una joven con un libro,
me ha dejado caer y me usa como marcador,
o cuando se olvida de renovar el agua y poco a poco,
me voy muriendo como una gota del rocío de sol.
Alabado seas,
mi Señor, por lo que soy: una margarita
que no se mira, sino que es espejo de tanto amor.
Emilio L. Mazariegos
-