“Todo el amor verdadero viene de Dios y el hombre recibe el afecto divino así como él mismo dona su amor a sus semejantes. El amor es dinámico. No puede ser apresado jamás, está vivo, libre, conmovedor y siempre en movimiento. El hombre no puede tomar jamás el amor del Padre y aprisionarlo en su corazón. El amor del Padre no puede llegar a ser real para el hombre mortal, sino sólo al pasar a través de la personalidad del hombre, cuando a su vez dona ese amor a sus semejantes. El gran circuito del amor viene del Padre, a través de los hijos de los hermanos y de ahí al Supremo. El amor del Padre aparece en la personalidad mortal por ministerio del Ajustador residente. Este hijo que conoce a Dios, revela este amor a sus hermanos universales y este afecto fraternal es la esencia del amor del Supremo” 1289.
“La aparición de la verdadera hermandad significa que ha llegado un orden social en el cual se deleitan todos los hombres, sobrellevando los unos las cargas de los otros, poniendo así en práctica la regla de oro. Pero no se puede lograr una sociedad tan ideal, cuando los débiles o malvados están a la expectativa para aprovecharse de modo injusto de los que son motivados fundamentalmente por la devoción al servicio de la verdad, la belleza y la bondad. En esta situación un sólo proceder resulta práctico: los seguidores de la regla de oro pueden establecer una sociedad progresiva en la cual vivan de acuerdo a sus ideales y al mismo tiempo que mantengan una defensa adecuada contra sus semejantes sumidos en la ignorancia, quienes quizás pretendan explotar sus predilecciones pacíficas o bien destrozar su civilización en avance. Nunca puede sobrevivir el idealismo en un planeta evolutivo si los idealistas de cada generación se permiten ser exterminados a manos de las órdenes más viles de la humanidad” 804.
Si realmente deseamos amar a Dios, ser espirituales y por tanto evolucionar en forma personal, debemos hacer algo concreto por cambiar las injusticias y discriminaciones que existen en nuestra sociedad, recordando que en todo ser humano hay una parte de Dios al igual que en nosotros, por tanto "El ser humano maduro pronto comienza a ver a todos los demás mortales con sentimientos de ternura y con emociones de tolerancia. Los hombres maduros tratan a los seres inmaduros con el amor y la compasión que un padre tiene hacia sus hijos."1779
Mientras no logremos practicar en nuestra vida cotidiana estas verdades no deberíamos llamarnos urantianos, porque el legado que Jesús nos dejo dice: "recordad que cuando hagáis algo por el más humilde de mis hermanos, hacéis un servicio para mi" 1917
yolanda silva solano