Gracias, Jesús, porque te hiciste hombre para traerme el mensaje de la inconcebible misericordia de mi Padre Celestial. Gracias, porque tu Palabra reaviva mi fe, esperanza y amor.
Gracias, Señor, por ofrecerme tu luz y tu amor en las Sagradas Escrituras.
Perdóname, Señor, las veces que no recibo con sencillez de corazón y docilidad los anuncios y promesas contenidos en la Biblia y cuando no aprovecho con diligencia y constancia este alimento del alma.
Concédeme, Señor, escucharte cada día con humildad, en un ambiente de silencio interior al leer el Libro Santo. Ayúdame, Señor, a liberarme de las palabras inútiles que distraen mi espíritu. Haz que, meditando tu Palabra como María en mi corazón, pueda hacerla fructificar en mi vida.
Alabado seas, mi Jesús, porque sólo tú tienes palabras de vida eterna. Tus palabras son espíritu y vida. Amén.