El hombre es esencialmente un pensador. Todo
hombre es un compendio de sus pensamientos. “Así
como uno piensa, así es”. Esa es la verdad.
Pensar en el conocimiento, te conduce al conocimiento.
Pensar en el poder, te lleva al poder. Pensar en
el dinero, te conduce al dinero.
Los pensamientos suceden. La calidad de los pensamientos
que nos ocurren decide nuestra cualidad.
Hay tantos pensamientos de buena voluntad como
malos y nocivos. Además, están todos los pensamientos
que podemos encontrar entre estos dos extremos.
Cada uno debe ver qué clase de pensador es y
cual es su manera de pensar predominante. Uno no
puede considerarse un aspirante, a menos que su pensamiento
predominante sea la Divinidad. Para que el
aspirante conozca la Divinidad, se espera que esté predominantemente
en este pensamiento Divino.
Estos
pensamientos, le conducen a esforzarse en esta dirección,
pudiendo así convertirse lentamente en un conocedor.
El proceso de conocer, culmina en el reconocimiento
de uno mismo como YO SOY. Hasta ese
momento, el aspirante no puede estar contento de sí
mismo. Cuando se conoce a sí mismo, también conoce
a la Divinidad. Cuando alcanza dicho estado de conocimiento,
se convierte también en un sabio vidente.