El modelo de toda organización es nuestro propio organismo. El hombre no puede inventar nada que no exista ya en la creación. Puede imitar, puede reproducir, pero no puede inventar. El organismo humano es ya un mundo organizado en sí mismo, construido según las leyes de arriba. Lleva, inscrita en él, toda la filosofía de la vida.
Esta organización, de la que nuestro propio organismo es el modelo, debe reflejarse, en primer lugar, en la familia. La familia es una institución divina, porque es un organismo en el que juega, en una amplia medida, la ley de la gratuidad, y es esta gratuidad la que hace su unidad, su armonía. Existen, evidentemente, familias que parecen componerse de miembros heteróclitos, como si éstos fuesen, psíquicamente, espiritualmente, de diversos orígenes.
Pueden ser, en efecto, de orígenes diversos, y si éste es el caso, no hay que sorprenderse de ello: están ahí juntos para aprender, justamente, las leyes de la gratuidad, es decir, las leyes de la paciencia, de la indulgencia, del amor, del sacrificio. Son estas mismas leyes las que deben regir la familia que forman los humanos en la tierra entera."
(Omraam Mikhaël Aïvanhov)
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