La curiosidad es, ciertamente, una muy buena cualidad, ella es la que ha llevado a la humanidad al grado de civilización que tiene actualmente.
Pero esta curiosidad debería estar un poco más iluminada y orientada. Porque, ¿qué es lo que vemos a menudo? A hombres y mujeres que quieren conocerlo todo de la vida y que se animan mutuamente a hacer las experiencias más audaces. No se preguntan a dónde acabarán llevándoles, en qué dificultades, en qué sufrimientos van a caer por haberse lanzado a estas experiencias sin prudencia ni reflexión.
Observad una mosca: también es curiosa, quiere saber lo que es esta tela, que está ahí, tan bien fabricada, y que ve tendida ante ella. No se da cuenta de que es la obra de un ser muy astuto, de una araña que, agazapada en su centro, acecha y espera... Se aventura en esta tela, se enreda con sus hilos, y ahí la tienes, cogida en la trampa para mayor satisfacción de la araña, que va a hacer con ella un festín.
La misma especie de curiosidad es la que, a menudo, pierde a los humanos. Así que, en vez de lanzarse a sentir, a tocar, a saborear, a escuchar, a mirar cualquier cosa, con el pretexto de querer conocerlo todo, si no quieren ser devorados, deben empezar por identificar todas las telarañas que hay tendidas ante ellos."
(Omraam Mikhaël Aïvanhov)
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