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Chiste con trasfondo metafisico
¿Cuántos metafísicos hacen falta para cambiar un bombillo?
Uno solo, pero el bombillo tiene que querer ser cambiado.
Este esotérico chiste nos hace reflexionar sobre los conceptos de intención, voluntad y libre albedrío; sea del objeto físico clásico ¨bombillo¨ o del ser humano que concientemente interactúa con el.
¿Existe el libre albedrío o está nuestro comportamiento predestinado por causas ajenas a nuestra voluntad?
Por supuesto en este breve comentario no vamos a intentar dar respuesta a esas perennes preguntas de la filosofía que van a la esencia del sentido de la vida y que los humanos, como ¨animales metafísicos¨ que somos, nos hemos estado haciendo desde que desarrollamos la capacidad de razonar. Pero sí quisiéramos sugerir algo al respecto. Quizás la dificultad que tenemos para encontrar las respuestas que buscamos estriba en que no estamos haciendo las preguntas correctas. Quizás en vez de preguntarnos el por qué, o el quién, o el cuál de algo como el libre albedrío (por qué lo tenemos, o Quién nos lo dió, o cuál es el propósito de que exista), mejor deberíamos preguntarnos el cómo y el cuánto, es decir: cómo funciona el libre albedrío y cuánto de el realmente tenemos los humanos; como especie y como individuos que nacemos dentro de ciertas circunstancias específicas, como son las condiciones biológicas y económicas de nuestro desarrollo, o las limitaciones propias de nuestro sistema de creencias y nuestra herencia cultural; ya que según indican algunos experimentos recientes en psicología, es posible que la cantidad de libre albedrío que tenemos en un momento dado dependa en primer lugar de cuánto creamos que lo tenemos. Es decir que el libre albedrío podría resultar ser algo así como un efecto cuántico que, al igual que sucede con las partículas subatómicas, solo se manifiesta en nuestra realidad física cuando lo experimentamos directamente, o sea cuando en efecto lo medimos al hacernos concientes de él.
El cómo y el cuánto además tienen la ventaja de ser preguntas que se pueden responder a través de la ciencia, utilizando el mismo método científico que tanto éxito ha tenido para responder otras preguntas difíciles sobre la física y el mundo natural en general. Aunque para estudiar científicamente algo tan intangible como el libre albedrio se necesite cuantificar ciertas categorías hasta ahora consideradas filosóficas-religiosas, como el karma; o tratar de encontrar esa elusiva partícula que llaman karmón (la teorizada partícula elemental que según el Jainismo interactuaría con la conciencia para producir el karma), para luego acometer el estudio de los complejos procesos naturales que fundamentan la Ley Universal de Causa y Efecto, y que en la práctica social justifican esa conocida Regla Dorada de la moral que, según Mateo y Lucas, nos enseñó el Maestro diciendo:
"Traten a los demás como les gustaría que los demás los traten a ustedes".