DECÁLOGO PARA JEFES
Por Francisco-Manuel Nácher López
Ser jefe es una gran responsabilidad. Y es una magnífica ocasión para evolucionar. Si sabes aprovecharla, podrás tener la satisfacción de haber pasado por la vida dignamente, es decir, aportando algo al acervo común.
Lee estos mandamientos, repítetelos, medítalos y hazlos propios. Luego, cúmplelos. Y haz, de vez en cuando, examen de conciencia sobre su cumplimiento. Tú mismo te asombrarás de los resultados.
1.- RESPETA A TUS SUBORDINADOS. Son hombres, como tú y, además, muchos de ellos ni siquiera tendrán posibilidades, por su falta de capacidad, de formación o de voluntad, de llegar adonde tú has llegado. El estar a tus órdenes es, pues, su única oportunidad de aprender y de labrar su futuro. Por otra parte, ten por seguro que cada uno de ellos te aventaja en algo. Merecen, por tanto, tu respeto, porque ningún motivo justifica lo contrario, que no sería sino abuso de poder. Olvida, pues, el ceño fruncido, que no pone de manifiesto sino tu propia falta de capacidad o de preparación para ostentar la jefatura, y sonríe a tus subordinados.
2.- SÉ AGRADECIDO CON TUS SUBORDINADOS. Si ellos no estuvieran a tus órdenes, tú no serías jefe. No te hagas ilusiones: No hay jefe sin subordinados. Por tanto, si quieres seguir siendo jefe, hazles agradable tu jefatura. Ellos son la peana de tus pies. Y, si tus subordinados no te estiman y te sostienen, esa peana resultará ser de barro y te hará caer en el momento menos esperado u oportuno.
3.- ENSEÑA A TUS SUBORDINADOS. Se supone que, si eres jefe, es porque estás más preparado que ellos, porque sabes más, por lo menos en lo que al trabajo que os une se refiere. Pero tú no naciste sabiendo. Lo que sabes te lo enseñó alguien. Y ahora eres tú ese alguien para tus subordinados. Y enseñar es lo más hermoso que se puede hacer en una sociedad, sea ésta mercantil o de cualquier otro tipo.
4.- NO SEAS UN OBSTÁCULO PARA LA PROMOCIÓN DE TUS SUBORDINADOS. Tu mayor orgullo debe consistir en que alcancen cotas más altas que tú mismo. Son tus "hijos laborales" y para un padre no hay mayor orgullo que el que su hijo le supere. Si te eriges en competidor de tus subordinados estarás infringiendo una ley natural. Promuévelos, empújalos, sin miedo, con orgullo, si lo merecen. Y no caigas nunca en la bajeza de envidiarlos.
5.- NO EXPLOTES A TUS SUBORDINADOS. No es ese tu papel, ni es el de ellos dejarse explotar. Todos os debéis a una empresa común, pero cada uno en su puesto, y con recíproco respeto de los derechos y las obligaciones. Ponte, de vez en cuando, en el sitio de cada uno de tus subordinados; imagina sus ilusiones, sus sueños, sus problemas, los de sus familias, lo que esperan de ti, y examina si a ti te gustaría ser tratado como tú los tratas a ellos. Por otra parte, no creas, ni por un momento, que tu papel consiste sólo en ganar dinero o en que lo gane la empresa. Tu principal cometido, y por eso estás donde estás, es formar hombres y mujeres responsables, profesionales serios, honestos, ambiciosos, ilusionados y contentos de ser útiles y de aportar algo a la sociedad.
6.- CONFÍA EN TUS SUBORDINADOS. Si quieres que vuestra relación funcione, dales confianza. Ello los obligará a hacerse dignos de ella. La confianza es algo, por naturaleza, recíproco, o no es confianza. Y, si tú no confías en ellos primero, ellos no confiarán en ti y estarás preparándote un futuro incierto.
7.- ALABA A TUS SUBORDINADOS. A todos nos gusta que alaben nuestras obras. Por otra parte, la alabanza nos impulsa a superarnos y responder a la idea que se tiene de nosotros. Mientras que la crítica, el encontrar siempre y solamente el defecto o el error, para demostrar nuestra superioridad, desmotiva, disuelve la ilusión y la confianza y hace que se resquebraje todo lo que te ha de sustentar en tu puesto o auparte a otros superiores. Si quieres reprochar algo a algún subordinado, dile simplemente que esperabas más de él, que él es capaz de hacerlo mejor. Con eso bastará. Pero sigue sonriéndole y dándole confianza.
8.- DIALOGA CON TUS SUBORDINADOS. Ellos son los que están en la trinchera. Y, aunque tú no lo creas así, conocen el trabajo, en detalle, mucho mejor que tú. Habla, pues, con ellos, cambia impresiones, recoge y estudia y, si procede, acepta sus sugerencias, haz que se sientan importantes, que se convenzan de que son piezas significativas en el engranaje que a todos abarca, que se sientan responsables de la labor común. Pero que ello no te lleve a confundir esto con la dejación de tus obligaciones. Como jefe has de ser tú quien tome las decisiones y, como tal, tendrás que pagar el precio de serlo: La soledad. Porque, a la hora de decidir, estarás y deberás estar solo, ya que sólo tú serás el responsable de las consecuencias de tus decisiones.
9.- FORMA EQUIPO. No creas, porque no es verdad, que tú solo te bastas. Tú necesitas de tus subordinados y ellos necesitan de ti. Y, de todos modos, para el trabajo que os ocupa, ellos son más necesarios que tú pues, mal que bien, podría hacerse sin ti, pero no sin ellos. Trata de aglutinarlos a todos en la empresa común, en el orgullo de la labor bien hecha y en la ilusión de pertenecer a ese grupo que se ayuda, se comprende y se estimula. Para ello, no regatees felicitaciones, alabanzas ni gratificaciones, incentivos ni ascensos. Siempre es rentable el formar equipo, el tener una filosofía, un lenguaje, y un comportamiento común.
10.- SÉ UN EJEMPLO PARA TUS SUBORDINADOS. Aunque tú no te des cuenta, tus subordinados se miran en ti. Y, por tanto, esperan de ti una conducta consecuente y proporcionada al respeto y la obediencia y subordinación que exiges. Si no das la talla, fracasarás. Piensa que, cuando tú te vayas, por cualquier motivo que sea, lo que quedará de ti, tanto en la cultura de la empresa en la que has sido jefe, como en la vida de cada uno de tus subordinados, será, no el beneficio obtenido, sino tus enseñanzas, tu comportamiento, tu ejemplo, tu liderazgo. Lo demás se olvidará.
Estos mandamientos se resumen en uno: COMPÓRTATE CON TUS SUBORDINADOS COMO TE GUSTARÍA QUE TUS JEFES SE COMPORTARAN CONTIGO. Mírate en ellos. Son arcilla que se ha puesto en tus manos para que la moldees. Su futuro profesional, y quizás privado, depende de ti. No los defraudes y los hagas fracasar. Sería tu propio fracaso.