¡Ah, cómo me gustaría ir allá, a la otra orilla del río,
donde hay la fila de barcas amarradas a
las estacas de bambú! Allí los campesinos cruzan el río
en sus barcas, y van a trabajar en
lejanos campos con el pequeño arado al hombro.
Allí los pastores hacen pasar a nado a sus rebaños mugientes, para
conducirlos a los pastos ribereños.
Desde allí vuelven al anochecer a sus casas,
y la pequeña isla cubierta de hierbajos
queda en poder de los chacales aulladores.
Si te parece bien, madre, cuando sea mayor quisiera ser el barquero.
Dicen que tras las alturas de la orilla hay maravillosas lagunas.
En ellas, las bandadas de patos silvestres se reúnen
después de la estación de las lluvias,
crecen apretadamente los juncos y los pájaros acuáticos depositan sus huevos.
Allí, las alzacolas dejan la huella de sus patitas en el barro suave y limpio.
Allí, las hierbas altas invitan a los rayos de luna a que se dejen mecer en la ondulante
almohada de sus flores blancas...
Si te parece bien, madre, cuando sea mayor quisiera ser el barquero.
Pasaré sin cesar de una a otra orilla, y los muchachos
y las muchachas de la aldea, cuando
se bañen, me mirarán pasar maravillados.
Cuando el sol corone el cielo, cuando tras la mañana llegue el
mediodía, correré hacia ti gritando:
-¡Madre, tengo hambre!
Cuando el día desfallezca y las sombras se oculten bajo los árboles,
volveré a casa con el crepúsculo.
Nunca te abandonaré para ir a trabajar a la ciudad como mi padre.
Si te parece bien, madre, cuando sea mayor quisiera ser el barquero.