"La vida que recibimos tiene su fuente en Dios, y es hacia Él a
quien debemos hacerla volver para que vuelva a recobrar su pureza
original. Pero éste es un pensamiento que rara vez aflora en los
humanos. Se pasan el tiempo despilfarrando esta vida que Dios les
ha dado al satisfacer sus deseos y sus ambiciones. Y cuando un
día se ven obligados a hacer balance, se dan cuenta de que han
perdido casi todo para ganar muy poco.
Podemos comparar al ser humano con un rascacielos: cada piso de
este inmueble está ocupado por unos habitantes a los que hay que
suministrar energía. El último de estos pisos es el cerebro.
¿Pero qué quedará para los habitantes del cerebro, si toda el
agua, el fluido vital, sólo sirve para alimentar a los
habitantes de los pisos inferiores, los instintos, las pasiones,
los deseos egoístas?
Allá arriba están, los pobres,
entumecidos, paralizados, ya no pueden producir nada. Evolucionar
es aprender a orientar las energías hacia las regiones sublimes:
así, estas energías despertarán en las células del cerebro,
facultades de cuya existencia todavía no se sospecha. "
(Omraam Mikhaël Aïvanhov)