No hay límites para lo que puedo lograr o vencer cuando enfoco mi atención en Dios como la fuente de todo lo que necesito. Cualquiera que sea el reto que surja en mi vida o en el mundo, mi fe me ayuda a superarlo. Dios es la fuente de mi fortaleza, valor, vitalidad y paz mental.
Al pensar en la familia, los amigos y toda la humanidad, recuerdo que Dios también es la fuente divina de todo lo que ellos necesitan. Pongo cualquier preocupación a Su cuidado amoroso y siento gratitud.
El recordar que Dios es nuestra fuente única me cambia profundamente y me da la confianza para atreverme a exclamar: “¡Soy fe en acción!” Y con fe, me convierto en un agente para el cambio positivo en el mundo.