Si comprendiéramos, no haría falta perdonar. Fuera de casos excepcionales, nadie actúa con mala intención. ¿No estarás tú atribuyendo a esa persona intenciones perversas que ella nunca las tuvo? El parece orgulloso; no es orgullo, es timidez. Parece un tipo obstinado; no es obstinación, es un mecanismo de autoafirmación. Estas reflexiones, el P. Larrañaga las completa con una oración liberadora y sanadora:
Jesucristo, poderoso y amoroso Señor, calma dentro de mí este tormento de hostilidad que siento contra esa persona. Yo quiero sentir por esa persona lo que tú sientes en este momento por ella, lo que tú sentías al morir en la cruz por ella. Perdónale tú dentro de mí. Y, con mis sentimientos, transformados en tus sentimientos perdónale y ámale dentro de mí, en vez de mí, conmigo; quiero perdonarle como tú le perdonas; quiero mirar a ese ser con tus ojos y abrazarlo con tus brazos. Yo lo quiero. Yo lo comprendo. Yo lo perdono. Yo lo amo, como tú, mi Señor.
El amor que pide Jesús debe llevarnos a evitar en la convivencia cotidiana las faltas de aceptación, incomprensiones, y malentendidos. El Señor nos quiere ver fraternos, bondadosos, pacíficos, cordiales… No es fácil, pero lo podrás, si lo pides cada día: “Señor, ayúdame a ser hoy comprensivo, compasivo y paciente con todos”. Que pases un día feliz de buena convivencia.