Graciela De Filippis
Mostrarnos tal cual somos es desnudarnos ante el otro y poner frente a él nuestro interior
al descubierto... ¿Y si luego nos usan? ¿Y si al conocernos no nos aceptan? ¿Y si no somos
cómo esperaban que fuéramos? Y si... Y entonces tratamos de adaptarnos, por miedo,
por temor, por quedar bien, por ser graciosos, por... y allí de máscara en máscara
tapamos nuestra verdadera
personalidad y dejamos de ser auténticos para convertidnos en seres que día a
día se mueven al compás de la música que tocan los demás, pero nunca al
compás de la nuestra.
Y si un día de pronto empezamos a mostrarnos y decimos no en vez de decir sí
para conformar y sí una mañana dormimos un poco más y no somos los primeros
en levantarnos porque el desayuno depende de nosotros... Y sí dejamos el temor de
lado y decimos : Aquí estoy, yo soy así, me gusta esto o aquello y me cansan estas
cosas, y tengo sueños, y tengo ganas, y tengo ansias como vos...
Sería lindo que todos los seres humanos pudiéramos volver a la pureza de la
niñez...esa etapa de sinceridad estricta, de espontaneidad sin límites, donde lo blanco
es blanco y lo negro es negro y no hay lugar para buscar grises que en realidad no
existen, en pos de lo que sea... ese período en el que no nos avergüenza llorar,
ni tenemos reparos en reírnos; sólo lo hacemos cuando lo sentimos...esa etapa
donde no existen las situaciones ni los momentos forzados, porque sólo respondemos al
gobierno de nuestro ser...ese período en el que no hacemos, por nuestra propia cuenta,
visitas de cortesía. Por nuestra voluntad sólo estamos con quien queremos estar.
Esa etapa, ese período, esos momentos en los que somos realmente auténticos...en
los que somos auténticamente nosotros: lo que queremos ser.
Pero el tiempo, la vida y la sociedad, contaminan nuestra esencia. Nos hacemos más urbanos,
más corteses...y menos nosotros. Nos hacemos más amables, más políticos ...y más falsos.
Recibimos en nuestra casa, con una sonrisa, la visita de personas con las que no
quisiéramos estar, o que quizás en algún momento nos hicieron mal, por respeto a
ciertas reglas sociales o familiares...que no son nuestras reglas. Y quizás un día,
saturados de tanta apariencia y de tan poca esencia, queremos rebelarnos...Pero
no podemos..ya es tarde. Sentimos que no nos quedan suficientes fuerzas para
romper con todos los esquemas y dar paso a
nuestro verdadero ser... Entonces, nos limitamos a añorar y recordar esos
lejanos días en que el jugar y cantar por las calles era una demostración de
frescura y alegría, y no, como ahora, un inevitable temor a parecer ridículos.
Y a la vista de que con toda esa urbanidad, esas normas sociales, esa simulación,
ese permanente aparentar, esa espontaneidad anulada o reprimida, el mundo
anda como anda... ¿No sería mejor que fuéramos auténticos?
Sospecho que sí...
Te invito hoy puede ser el primer día ...