3. EL SIGNIFICADO DEL SUPREMO PARA LAS CRIATURAS DEL UNIVERSO
Esa realidad cósmica que se diversamente designa como el Ser Supremo, Dios el Supremo y el Supremo Todopoderoso, es la síntesis compleja y universal de las fases nacientes de todas las realidades finitas. La vasta diversificación de la energía eterna, el espíritu divino y la mente universal logra su culminación finita en la evolución del Supremo, que es el total de la suma de todo crecimiento finito, autorrealizado en los niveles de deidad del cumplimiento máximo de lo finito.
El Supremo es el canal divino a través del cual fluye la infinitud creativa de las triodidades que cristaliza en el panorama galáctico del espacio, contra el cual tiene lugar el magnífico drama de la personalidad en el tiempo: la conquista espiritual de la energía-materia a través de la mediación de la mente.
Dijo Jesús: «Yo soy el camino vivo», y así él es el camino vivo desde el nivel material de la autoconciencia hasta el nivel espiritual de la conciencia de Dios. Y así como él es el camino vivo de ascensión desde el yo hasta Dios, del mismo modo el Supremo es el camino vivo desde la conciencia finita a la trascendencia de la conciencia, aun al discernimiento de lo absonito.
Vuestro Hijo Creador puede realmente ser un canal vivo desde la humanidad hasta la divinidad puesto que ha experimentado personalmente la plenitud de la travesía de este camino universal de progresión, desde la verdadera humanidad de Josué ben José, el Hijo del Hombre, hasta la divinidad Paradisiaca de Micael de Nebadon, el Hijo del Dios infinito. Similarmente el Ser Supremo puede funcionar como acercamiento universal a la trascendencia de las limitaciones finitas, porque él es la personificación real y el epítome personal de toda evolución, progresión y espiritualización de las criaturas. Aun las experiencias en el gran universo de las personalidades descendentes del Paraíso son esa parte de su experiencia que complementa la suma de las experiencias ascendentes de los peregrinos del tiempo.
El hombre mortal está más que figurativamente hecho a imagen de Dios. Desde un punto de vista físico esta declaración difícilmente es verdad, pero con referencia a ciertas potencialidades universales es un hecho verdadero. En la raza humana, se está desarrollando algo del mismo drama del logro evolucionario que toma lugar, en una escala vastamente más grande, en el universo de los universos. El hombre, una personalidad volitiva, se vuelve creativa en vinculación con un Ajustador, una entidad impersonal, en presencia de las potencialidades finitas del Supremo, y el resultado es el florecimiento de un alma inmortal. En los universos las personalidades Creadoras del tiempo y del espacio funcionan en enlace con el espíritu impersonal de la Trinidad del Paraíso y se vuelven de ese modo creadoras de un nuevo potencial de poder de la realidad de Deidad.
El hombre mortal, siendo una criatura, no es exactamente como el Ser Supremo, que es deidad, pero la evolución del hombre de alguna manera se asemeja al crecimiento del Supremo. El hombre crece conscientemente desde lo material hacia lo espiritual por la fuerza, poder y persistencia de sus propias decisiones; también crece a medida que su Ajustador del Pensamiento desarrolla nuevas técnicas para alcanzar hacia abajo desde el nivel espiritual a los niveles morontiales del alma; y una vez que se origina el alma, ésta comienza a crecer en sí misma y por sí misma.
Esto es en cierto modo semejante a la forma en la cual se expande el Ser Supremo. Su soberanía crece dentro y a partir de los hechos y logros de las Personalidades Creadoras Supremas; ésa es la evolución de la majestad de su poder como gobernante del gran universo. Su naturaleza de deidad es del mismo modo dependiente de la unidad preexistente de la Trinidad del Paraíso. Pero hay aún otro aspecto en la evolución del Dios Supremo; no es sólo evolucionado por Creador y derivado de la Trinidad, sino es también autoevolucionado y autoderivado. Dios el Supremo es él mismo un participante volitivo y creativo de su propia actualización como deidad. El alma humana morontial es del mismo modo un socio volitivo, cocreativo de su propia inmortalización.
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