El cristiano está llamado a vivir en clave de discernimiento responsable. No es un simple ejecutor de mandatos divinos, no es un eterno menor de edad.
La madurez moral y espiritual es un objetivo deseable. En ese sentido el planteamiento que hace Jesús en este pasaje del Sermón de la Montaña, es una invitación a la reflexión e interiorización de la bondad de dichas orientaciones.
La prohibición del asesinato, el adulterio y el perjurio tiene sus argumentos. Esas acciones lesionan los derechos y la dignidad de las víctimas.
Un cristiano que reconozca el Señorío de Dios y la dignidad humana de toda persona, no puede encontrar justificación alguna para hacer tales acciones.
El Señor Jesús invita a desarraigar las causas últimas que producen esas conductas injustas.
No permanece en el plano de la prohibición, sino que invita a una toma de conciencia profunda, que las exhiba como opciones degradadas.