Esta manera de pensar y de vivir nos envenena por dentro, destruye nuestra paz y la de quienes nos rodean. el resentimiento, el rencor y el odio, al que más perjudica es a quien lo siente, mientras el otro sigue en “la suya”.
Jesús quiere salvarnos de esta destrucción que nos fabricamos. Nos invita a liberarnos por medio del perdón y de la misericordia hacia aquellos que nos han defraudado, ofendido o perjudicado.
En la lógica de Jesús, el mal se vence con el bien. “Devolver mal por mal, sólo consigue multiplicar el mal” (Gandhi).
Los seguidores de Cristo debemos aspirar a ser perfectos como perfecto es el Padre que está en el Cielo.
Dios conoce nuestra poca fuerza. Por eso, su gracia, la fuerza del Espíritu Santo, sostiene nuestra fragilidad para que alcancemos la paz.