Habitualmente, recurrimos a Dios, para pedirle su ayuda, está bien hacerlo pero “no debemos ser tan perezosos, como para pedir a Dios que solucione nuestras dificultades, más bien, no debemos vacilar en pedirle sabiduría y fuerza espiritual para que nos guíe y sostenga, mientras atacamos con resolución y valor los problemas que enfrentamos.” 999 Pero ¿por qué recurrir a Él sólo para que nos ayude.? ¿Por qué no hacerle también partícipe de nuestros proyectos, de nuestros triunfos, de nuestras alegrías.?
A un padre, a un amigo no sólo le contamos lo negativo de nuestras vidas, sino que nos nace conversar con él de nuestra contingencia diaria, eso es lo debiéramos hacer con Dios, incorporarlo a nuestra vida cotidiana como se hace con un amigo, porque Él es el mejor de todos ellos.
Nuestra vida espiritual comienza a hacerse operativa, real y eficaz, cuando logramos tener “amistad con Dios” porque ella es, ese sentimiento de afecto desinteresado, sincero y personal que nace y se fortalece con el trato, y esta es la propuesta que nos ofrece la Quinta Revelación, en nuestra comunicación con Dios a través de la religión personal, porque ella “es válida, sólo cuando revela la paternidad de Dios e intensifica la hermandad de los hombres.” 1572
La amistad no se impone, se escoge, por eso debemos buscar la amistad con Dios, en nosotros y por nuestros propios medios, no basta que nos digan que la Verdad esta allí o acá, esa puede ser una referencia, pero quien debe de encontrarlo es cada uno y cuando lo encontremos en la rosa del jardín, en la piedra que nos hizo tropezar, en el hermano que nos ofendió...es porque Dios nos ha encontrado primero y nosotros lo hemos descubierto.
No más un Dios lejano y ajeno a nuestra vida cotidiana, no más un Dios inalcanzable para nuestra pobre naturaleza animal. No más, porque Jesús se hizo carne, para ser uno de nosotros y mostrarnos el camino hacia el Padre y “un padre amante, no aterroriza a sus hijos, para conseguir que obedezcan sus exigencias justas.” 1766
yolnda silva solano