Como el Maestro pausó por un momento, Judas Alfeo se atrevió a hacer una de las pocas preguntas que él o su hermano dirigieran jamás a Jesús en público. Dijo Judas: «Maestro, has vivido siempre entre nosotros como un amigo; ¿cómo te conoceremos cuando ya no te manifiestes a nosotros excepto por este espíritu? Si el mundo no te ve, ¿cómo podremos estar seguros de ti? ¿Cómo te mostrarás a nosotros?»
Jesús los contempló a todos ellos, sonrió, y dijo: «Mis pequeños, yo me voy, vuelvo al Padre. Dentro de muy poco tiempo, ya no me veréis como me veis aquí, como carne y hueso. Dentro de muy poco tiempo os enviaré mi espíritu, tal como yo, excepto por este cuerpo material. Este nuevo maestro es el Espíritu de la Verdad que vivirá con cada uno de vosotros, en vuestro corazón, y así todos los hijos de la luz serán uno y serán atraídos unos a los otros. Y de esta misma manera mi Padre y yo podremos vivir en el alma de cada uno de vosotros y también en el corazón de todos los demás hombres que nos aman y realizan ese amor en sus experiencias amándose los unos a los otros, aun como yo ahora os amo a vosotros».
Judas Alfeo no entendió plenamente lo que dijo el Maestro, pero captó la promesa de un nuevo maestro, y por la expresión del rostro de Andrés, percibió que su pregunta fue contestada satisfactoriamente.