El mundo material y el mundo espiritual nos presentan cada uno de ellos sus riquezas; en ambos casos, no es fácil adquirirlas, pero no vivimos las dificultades de la misma manera cuando buscamos las riquezas materiales que cuando buscamos las riquezas espirituales.
Aquél que se concentra en el éxito material, en las posesiones, el dinero, el poder, y no logra sus objetivos, vive amargamente sus fracasos: al no haber obtenido lo que deseaba, siente una frustración, y a menudo está resentido contra aquéllos que han triunfado donde él fracasó. Mientras que el que alimenta necesidades espirituales, se siente siempre sostenido, como si estuviese habitado por una luz que no le abandona nunca.
Gracias a sus aspiraciones hacia una vida superior, teje continuamente lazos con el mundo divino, y estos lazos producen en él unas vibraciones secretas. Y aunque no llegue incluso a realizar plenamente todas sus aspiraciones, aunque se sienta tan pequeño frente a la inmensidad de su ideal, las vibraciones poderosas que animan su ser profundo, le salvan del desánimo. Este ideal es como una luz que le muestra la meta a alcanzar al mismo tiempo que ilumina su camino, y a pesar de los obstáculos, siente que se acerca cada día a su patria celestial."
(Omraam M. Aivanhov)
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