La rana pertenece a los antepasados más primitivos de la raza humana que sobrevivieron, pero tampoco logró progresar, habiendo perdurado hasta el presente de forma muy similar a aquella de los tiempos remotos. La rana es la única especie atávica de las primeras razas protohumanas que vive hoy día en la faz de la tierra. No sobrevive ahora ninguno de los antepasados de la raza humana entre la rana y el esquimal.
Las ranas dieron origen a los reptiles, una gran familia animal que prácticamente quedó extinta, pero que antes de perecer, dio origen a toda la familia de las aves y a numerosos órdenes de mamíferos.
Probablemente el salto único más grande de toda la evolución anterior al ser humano se haya efectuado cuando el reptil llegó a ser ave. Los tipos de aves de hoy —águilas, patos, palomas, y avestruces— todos descendieron de los enormes reptiles de hace mucho tiempo.
El reino de los reptiles, que descendió de la familia de la rana, se representa ahora por cuatro divisiones supervivientes: dos de ellas, no progresistas, las serpientes y los lagartos, juntamente con sus primos, los cocodrilos y las tortugas; una de ellas, parcialmente progresista, la familia de las aves; y la cuarta, los antepasados de los mamíferos y la línea directa de la descendencia de la especie humana. Aunque extintos desde hace mucho, la mole de los reptiles produjo a su paso un eco en el elefante y el mastodonte, y su forma particular se perpetuó en los canguros saltadores.
Sólo han aparecido en Urantia catorce fílums, siendo el de los peces el último, y no se ha desarrollado ninguna otra clase nueva después de las aves y los mamíferos.
Los mamíferos placentarios nacieron súbitamente de un pequeño dinosaurio reptil ágil de hábitos carnívoros que contaba con un cerebro comparativamente grande. Estos mamíferos se desarrollaron a paso acelerado y de muchas formas diferentes; no sólo dieron origen a las variedades comunes modernas, sino que también se convirtieron por evolución en los tipos marinos, tales como la ballena y las focas, y en los aeronavegantes como la familia de los murciélagos.
De este modo el hombre evolucionó de los mamíferos superiores que derivaron primordialmente de la implantación occidental de la vida en los antiguos mares abrigados que corrían del este al oeste. Los grupos oriental y central de organismos vivientes, desde los principios, hacían progresos favorables hacia la consecución de niveles prehumanos de existencia animal. Pero, al pasar de las edades, el emplazamiento de la vida del foco oriental no logró alcanzar un nivel satisfactorio de condición de inteligencia prehumana, habiendo sufrido, en repetidas ocasiones y de manera irreparable, tales pérdidas de sus tipos superiores del plasma de germen, que se despojó para siempre de su capacidad de rehabilitar las potencialidades humanas.
Ya que la calidad de la capacidad mental para el desarrollo de este grupo oriental, sin lugar a dudas, era tan inferior a la de los otros dos grupos, los Portadores de Vida, con la anuencia de sus superiores, manipularon el medio ambiente de tal forma que circunscribieron más aún a estas variedades prehumanas de vida inferiores que venían evolucionando. A simple vista, la eliminación de estos grupos inferiores de criaturas fue una casualidad; no obstante, en realidad, fue enteramente adrede.
Más adelante en el desarrollo evolucionario de la inteligencia, los lémures antepasados de la especie humana iban mucho más avanzados en Norteamérica que en otras regiones; y, por tanto, se indujeron a emigrar del ámbito de la implantación occidental de la vida por el puente terrestre de Bering, a lo largo de la costa, al sudoeste de Asia, donde continuaron evolucionando y beneficiándose por el aditamento de ciertas variedades del grupo central de la vida. Así el hombre evolucionó a partir de ciertas variedades occidentales y centrales de la vida, teniendo lugar esto, sin embargo, desde las regiones centrales hasta los en Cercano Oriente.
De este modo la vida que se plantó en Urantia evolucionó hasta el período glacial, cuando el hombre mismo apareció por primera vez y comenzó en el planeta su carrera pletórica. Esta aparición del hombre primitivo en la tierra durante el período glacial no fue pura casualidad; fue intencional. Los rigores y la severidad climática de la era glacial se adaptaron en todos los aspectos para fomentar la producción de un tipo vigoroso de ser humano dotado de una capacidad tremenda para la supervivencia.