"Con el pretexto de que los niños pequeños no son conscientes de lo que ocurre a su alrededor, los padres son negligentes: les dan el espectáculo de sus mentiras, de su nerviosismo, de su violencia... ¡Y se imaginan que después podrán educarles!
Se ha observado que un bebé puede caer enfermo y manifestar trastornos nerviosos debido a las disputas de sus padres, incluso aunque no haya sido directamente testigo de ellas. La razón de ello está en que estas disputas crean alrededor de él una atmósfera de desarmonía que el niño siente, y más aún al estar todavía muy conectado con sus padres. El bebé no es consciente, pero su cuerpo etérico recibe los conflictos.
Algunos padres se conducen con tanta despreocupación que no podemos evitar preguntarnos si quieren verdaderamente a sus hijos. Ellos dirán, evidentemente, que los quieren. Pero si los amaran, cambiarían de actitud, al menos se esforzarían en evitar ciertos comportamientos que repercuten muy negativamente sobre sus hijos. Si no hacen estos esfuerzos, es que no aman verdaderamente a sus hijos."
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