La costumbre de pensar en las cosas y afirmarlas como quisiéramos que fuesen o como deben ser, da el convencimiento de que nada bueno ha de faltarnos, porque somos hijos de DIOS. Hemos de mantener de continuo en nuestra mente el ideal de cómo quisiéramos ser.
Si alimentamos pensamientos de vigor y robustez, al instante sofocaremos toda imagen de flaqueza y morbosidad.
No se detengan jamás a lamentarse de vuestras debilidades, deficiencias o fracasos. Mantengan firmemente el ideal y recibiréis valioso auxilio en vuestra denodada lucha por realizarlo.
Mucho tiene logrado quien posee el hábito de esperar y creer que se han de cumplir sus anhelos y realizarse sus sueños; y quien sepa mantenerlo, suceda cuanto quiera, acabará por vencer y lograr la apetecida felicidad.
Nada tan valedero como esta optimista y esperanzada actitud mental que siempre confía en lo mejor y más dichoso, sin entregarse jamás al pesimismo ni caer en el desaliento.
Crean firmemente que harán cuanto se propongan hacer, sin dudar ni por un instante del cumplimiento de vuestra obra ; y si acaso los asalta la duda, al punto rechazadla de la mente. Repeled todo pensamiento hostil y toda disposición desalentadora que puedan sugeriros ideas de fracaso e infortunio.
En cuanto se propongan hacer o quieran ser, adopten siempre una actitud esperanzada y optimista con relación a vuestro objeto, y les sorprenderá ver cómo se intensifican vuestras facultades y se vigoriza vuestra voluntad.
Cuando la mente ha contraído ya el hábito de forjar imágenes de prosperidad y dicha, no será fácil que caiga en el opuesto vicio. Si a los niños se les acostumbrase a levantar siempre el pensamiento, muy luego veríamos en altísimo grado el nivel de la civilización y mejorada en extremo nuestra conducta.
Una mente así educada estaría en perpetua condición de utilizar su potencia máxima y sobreponerse a la discordancia, la animosidad
y demás enemigos de nuestra paz y bienestar.
("El poder del pensamiento" - Orison Swett - enviado por J. Morales