La luz es la esencia misma del universo, y mediante un trabajo con el pensamiento podemos extraer algunas de sus partículas para asimilarlas a nuestra propia sustancia.
Encontramos esta luz ante todo en el sol, pero también en el aire, en el agua y en todos los alimentos que nos sirven cada día de comida.
Cuando poseemos un poco de esta luz, tenemos todas las posibilidades de amplificarla. ¿Cómo?
Haciéndola fusionar con la luz divina. Nuestra luz aspira, más que a nada, a esta fusión.
Pero hay condiciones: es necesario que, en nuestra alma, el camino que conduce hasta la luz divina esté despejado de toda impureza, porque las impurezas impiden esta fusión.
Al purificarnos, hacemos desaparecer los obstáculos que separan nuestra luz de la luz de Dios.
Hasta el día en que ambas luces formarán una sola luz, y nada entonces podrá ya separarlas."