Lo mismo que la música produce en los éteres maravillosos dibujos
geométricos, determinados modos de meditación producen el mismo efecto. En los
Templos de Misterios Cristianos, el patrón básico es la Estrella. Mediante una devota
y prolongada meditación, esta estrella aparece en el aura del meditador y, a su
aparición sigue la del Maestro, como hicieron los Magos en la Natividad del Niño
Dios. La estrella es siempre percibida por los Grandes Seres de los planos internos,
ya que siempre indica el sagrado nacimiento de uno que ha empezado a hollar el
Sendero de Cristo. Su amorosa respuesta es, indefectiblemente, vehemente e
inmediata.
La magia de Navidad está íntimamente relacionada con la estrella. La estrella
dorada que brilló en el cielo sobre Belén, la más santa de todas las noches, era el
cuerpo del radiante arcángel Cristo, que derramaba Su bendición sobre el cuerpo del
Niño perfecto Jesús que debía, más tarde, convertirse en el vehículo habitado por el
propio Cristo durante los tres años de Su sublime ministerio en la Tierra.
La estrella es la divisa anímica de Cristo. La cruz es Su divisa terrena. De
Navidad a Pascua, el Sendero conduce de la Estrella a la Cruz. En el transcurso de
los cuarenta días de intervalo entre la Pascua y la Ascensión, el Sendero asciende de
la Cruz a la Estrella.
Como se dijo anteriormente, sobre la entrada de los Templos griegos de
Misterios, se leía la inscripción: "Hombre, conócete a ti mismo y conocerás todos los
misterios del universo". Y así es, ciertamente, puesto que, inscritos en el cuerpo del
hombre, encontramos los misterios de la Estrella y de la Cruz: Cuando se levantan
los brazos horizontalmente, manteniendo los pies juntos, el cuerpo humano forma
una cruz; Cuando, además, se separan los pies, el cuerpo asume la forma de una
estrella de cinco puntas.
La cruz representa los primeros años de probacionismo o noviciado, el tiempo
de las pruebas y los intentos. La admonición del Maestro a los discípulos de todas las
eras ha sido siempre: "Si quieres ser mi discípulo, toma tu cruz y sígueme".
La estrella significa la culminación del discipulado, cuando el espíritu ya no
está sujeto a la prisión del cuerpo, sino que pasa, a voluntad, a la libertad de mayores
y más amplias esferas, utilizando la forma física solamente como un canal para el
servicio en el plano terrenal. Las cinco heridas sagradas en el cuerpo del Cristo
crucificado son la marca de tal liberación. Sus últimas palabras desde la cruz se
refieren a este supremo acontecimiento: "¡Dios mío, Dios mío, cómo me has
glorificado!".
Mediante la transmutación de la naturaleza inferior en la superior, el cuerpocruz
se convierte en cuerpo-estrella. Esta interacción de las fuerzas de la Estrella y de
la Cruz contiene profundo significado para la meditación del discípulo durante esas
estaciones sagradas.