Nuestro asunto está tomado de la historia bíblica del "Templo en el Desierto", y trataremos de
interpretarlo desde el punto de vista Rosacruz. Puede parecer a los que no han estudiado
nuestras enseñanzas que una interpretación es tan válida y tan digna de crédito como otra,
pero una nueva consideración del asunto puede originar una opinión algo distinta. San Pedro
dice en su segunda epístola, capítulo primero, versículo 20: "Sabed en primer lugar, que
ninguna profecía de las Escrituras puede ser objeto de una interpretación particular." En
nuestra vida diaria admitimos que, si nuestra opinión sobre cualquier asunto ha de ser
considerada como de algún valor, debe estar fundamentada sobre cierta cantidad de
conocimientos respecto al asunto. El testimonio de testigos en un tribunal de justicia está
basado sobre este mismo principio. Si una persona bien calificada por sus estudios o su
experiencia emite una opinión sobre un asunto determinado, se la escucha con respeto y
consideración. Debiera ser lo mismo con aquel que interpreta las santas Escrituras.
Ya hemos mencionado que San Pedro dice que las Escrituras no son de interpretación
privada. Los católicos romanos han venido afirmando desde hace muchos siglos (y han sido
censurados por hacerlo) que ellos constituyen una autoridad para interpretar las Escrituras.
Hay algún fundamento en esta afirmación, porque todos los Papas que ha habido en el
Vaticano, con una sola excepción, han tenido su vista espiritual desarrollada.
No queremos proclamar que los Papas han manejado su poder con sabiduría, pero de todos
modos no han sido unos directores ciegos conduciendo a otros ciegos. San Pedro se hace a sí
mismo semejante atribución diciendo: "No hemos contado fábulas de libre invención cuando
os hemos revelado a vosotros el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, sino que
hemos sido testigos oculares de Su Majestad." (II San Pedro, 1-16) ¿No he visto yo a
Jesucristo Nuestro Señor?", dice San Pablo en el capítulo 9 de la primera epístola a los
corintios y en el versículo primero.
Hay, por consiguiente, un fundamento para sus escritos y sus enseñanzas, y este fundamento
es el que ellos han visto y han oído. Podríamos ir más lejos aún y demostrar que los que
estaban asociados con Cristo cuando El estaba en la Tierra, tenían también vista espiritual.
Fueron llevados al Monte de la Iniciación, donde vieron a Moisés y a Elías, que habían
muerto los dos hacía mucho tiempo y no estaban por lo tanto en el mundo físico. Sin
embargo, ellos les vieron, y además vieron y oyeron cosas de las que no pudieron hablar. Por
consiguiente, por el desarrollo del sexto sentido, del sentido espiritual, ellos tenían un
fundamento para su enseñanza. Estaban capacitados para interpretar la enseñanza que les fue
dada y cuya prueba se les había demostrado.
En la Fraternidad Rosacruz no creemos que el poder de la vista espiritual se dé solamente a
unos pocos, sino que es una facultad que debe ser adquirida por todos los seres humanos en el
curso de su desarrollo espiritual. Algún día tendremos todos vista espiritual y entonces
veremos que las cosas arriba mencionadas son verdad. Hay alguno entre nosotros que han
desarrollado ya la vista espiritual, y por este desarrollo han adquirido la facultad de mirar
detrás del velo, de leer en la Memoria de la Naturaleza, y de encontrar allí, reflejadas desde
un mundo superior, las causas que han producido nuestra civilización actual. Algunos pueden
también leer en el porvenir y así conocer la labor futura de la evolución. Las santas Escrituras
no han sido estudiadas por el autor e interpretadas según su entendimiento personal, sino que
esta información es el resultado de una comprensión obtenida por medios de la visión
espiritual.
En primer lugar hay que comprender, como queda dicho previamente al hablar de los
misterios cristianos, que los cuatro Evangelios no son solamente relatos de la vida de un solo
individuo, escritos por cuatro personas diferentes, sino que son símbolos de distintas
iniciaciones. San Pablo dice: "Hasta que Cristo se forme en vosotros." Cada uno atravesará
algún día los cuatro períodos descritos en los cuatro Evangelios, porque cada uno está
desarrollando el espíritu de Cristo en su interior. Y al decir esto de los cuatro Evangelios,
podemos aplicarlo también a una gran parte del Antiguo Testamento, porque es un libro
maravilloso de ocultismo. Cuando recogemos patatas, no esperamos encontrar sólo patatas y
ninguna tierra; tampoco debemos esperar al ahondar en el libro que llamamos la Biblia, que
cada palabra sea una verdad oculta, porque como debe haber tierra entre las patatas, así
también debe haber escoria entre las verdades, ocultas de la Biblia.
Los cuatro Evangelios fueron escritos de tal manera que sólo aquellos que tienen el derecho
de saber puedan descubrir el verdadero significado y comprender los hechos subyacentes.
Así, igualmente, en el Antiguo Testamento encontramos grandes verdades ocultas que se
transforman en lúcidas el día que podemos mirar detrás del velo. Hay muchos actualmente
que tienen que renunciar a la vista oculta con el fin de dominar las condiciones de la
evolución material y así perfectamente para obtener éxito en el mundo material. Pero
nosotros los del mundo occidental estamos ahora sobre el arco oculto; estamos en la orilla del
mar oculto, donde individualmente recogeremos las perlas del saber que han estado
escondidas por la materia que nos ha cegado.
Ahora vamos a discutir una forma de iniciación descrita en una parte de la Biblia, relatando el
viaje del hombre desde la arcilla hasta Dios. Al abrir la colección de Escrituras llamadas la
Biblia vemos que empiezan con cinco libros, los cuales son comúnmente llamados los Libros
de Moisés. En ellos se relata la emigración de un llamado "pueblo escogido", desde Egipto a
un país prometido, y cómo pasaron por el agua llamada "Mar Rojo", conducidos de un modo
llamado sobrenatural; después de largos años, y después de haber perecido muchos de los que
habían iniciado aquella emigración, llegaron finalmente al país prometido. Y sin embargo,
San Pablo en su epístola a los hebreos habla de aquel pacto como no habiendo podido ser
cumplido, porque aquello que hubiera debido cumplirse, fracasó. Esto es exacto. Cuando
hacemos una ley, queda siempre un medio para quebrantarla, y por esta razón es imposible
que la ley pueda salvarnos.
Hubo un tiempo, cuando la humanidad estaba en un estado tal que era imposible guiarla sin la
ley, ley que indicaba en todos los casos lo que ellos debían hacer y lo que no debían hacer en
cada caso que se les presentaba. Era, por consiguiente, la misión de su caudillo darles tales
leyes, y éstas fueron incorporadas en los cinco Libros de Moisés. Históricamente hablando,
los israelitas fueron un pueblo que no emigró de Egipto a Palestina, sino que fue llevado por
sus gobernantes desde la hundida Atlántida, donde la humedad condensada de la atmósfera
provocó inundaciones que hicieron el país inhabitable, a la parte central de Asia. Estos
hombres y mujeres habían sido seleccionados como núcleo de una raza escogida, y desde
entonces se han convertido en lo que se llama hoy raza aria. Aparte de esta interpretación
histórica hay en este relato una gran lección espiritual, particularmente aquella parte del
relato que estamos considerando aquí.
En el "Concepto Rosacruz del Cosmos" hay una ilustración representando a dos hombres en
la esquina de una calle y el uno derriba de un golpe al otro. Un observador podría decir que
un pensamiento de cólera derribó a aquel hombre. Otro diría lo contrario declarando haber
visto el brazo levantado y un golpe asestado en la cara de aquel hombre, ocasionando su
caída. Esta última versión es verdadera, pero también hubo un pensamiento y el brazo no
sería más que un instrumento irresponsable. Es el pensamiento el que lo mueve todo, y
cuando miramos el lado escondido u oculto de los efectos, obtenemos una concepción mucho
más profunda de las causas. Desde este punto de vista hablaremos del Templo en el Desierto.
En nuestra Biblia hay una descripción de los primeros habitantes de la Tierra. Son llamados
Adán y Eva; pero debidamente interpretado esto significa la raza humana, la cual
gradualmente se arrogó el poder de la procreación y de este modo se convirtieron los espíritus
humanos en agentes libres. De este modo la humanidad recibió una libertad y se la hizo
responsable ante la Ley de Consecuencia, porque se había arrogado el poder de crear nuevos
cuerpos; quedando entonces separada del Árbol de la Vida y del estado que hoy conocemos
como etéreo. Cuando se nos dice que tenemos un cuerpo vital hecho de éter y que éste es el
árbol de la vida para cada uno, y que nos facilita la vitalidad, gracias a la cual podemos
mover el cuerpo, entonces podemos comprender por qué el poder de crearnos de nuevo y
regenerarnos nos fue quitado por recelo de que acaso no aprendiésemos la manera de vitalizar
el cuerpo denso imperfecto; y también vemos el por qué, según dice la Biblia, se colocaron
querubines en la entrada del Jardín del Edén con espadas de fuego para guardar aquella
región.
Este relato se hace al principio de la Biblia; pero al final del libro, en la Revelación, se nos
habla de una ciudad donde reina la paz entre sus habitantes. Dos ciudades son mencionadas
en la Biblia; una la de Babilonia, ciudad de tristeza y de tribulación, donde se inició la
confusión, donde los hombres quedaron por primera vez apartados los unos de los otros;
donde ceso la fraternidad; y después se describe otra ciudad, una Nueva Jerusalén, en la cual
habrá paz. También se nos dice en la Revelación que en esta Nueva Jerusalén está el Árbol de
la Vida, simbolizando el poder de nuestra generación, por el cual volveremos a tener aquella
salud y belleza que ahora nos falta.
Este poder nos fue quitado por nuestro bien. No fue hecho maliciosamente para que el
hombre sufriera penas y dolores, sino porque sólo mediante repetidas existencias en un
cuerpo inferior nos sería posible aprender a construirnos un vehículo que tuviese la capacidad
de inmortalizarse. El hombre descendió gradualmente del estado etéreo hasta su actual
condición sólida. El podía morar en aquel estado etéreo tan fácilmente como puede habitar
actualmente en los tres elementos del mundo físico. En el pasado estado etéreo estaba en
contacto interno con las corrientes de la vida, con las cuales estamos ahora en contacto
inconsciente. El era entonces capaz de centralizar la energía del Sol en su cuerpo y de hacerla
entrar de un modo distinto del empleado actualmente. Este poder le fue quitado gradualmente
cuando entró en el estado más sólido de la época presente.
Entonces empezó la peregrinación por el desierto, un desierto de espacio y materia; y
continuaremos caminando de este modo hasta que volvamos a entrar en la región etérea de un
modo consciente -aquella región o reino llamado el Nuevo Cielo y la Nueva Tierra, donde
imperara la justicia y habrá desaparecido el pecado. Actualmente estamos aún caminando por
el desierto del espacio, como lo comprenderemos si estudiamos la Biblia sin discernimiento.
No la versión inglesa, por supuesto, como fue preparada por los traductores que fueron
impelidos por un edicto del rey Jacobo, instruyéndoles de modo que no tradujesen aquello
que podría alterar de algún modo las creencias existentes en aquella época.
Lo primero que aprendemos desde el punto de vista oculto respecto al templo construido en
el desierto, es que Moisés fue llamado sobre la montaña y allí le fueron enseñados ciertos
proyectos. En el Concepto Rosacruz del Cosmos habremos leído que en el mundo celestial
hay cuadros de proyectos-arquetipos. En la lengua griega existe la palabra "apxn", que
significa "en el principio", esto es, el comienzo. El Cristo dijo de Sí mismo, o, mejor dicho, el
iniciado que comprende Su divinidad dice: "Soy el principio (apxn) y el fin." En aquella
palabra "principio" (apxn) hay el núcleo de todo lo que tenemos aquí.
En el templo había un arca que estaba dispuesta de tal modo que los palos no podían o no
debían ser quitados de ella, debiendo aquellos palos, durante toda la caminata por el desierto,
permanecer en su sitio. Nunca fueron quitados hasta que el arca fue introducida en el templo
de Salomón. Aquí se nos enseña que cierto símbolo, un arquetipo, algo que viene desde el
principio, está hecho de tal manera que puede ser impelido en cualquier momento hacia
adelante. En aquella arca estaba el núcleo alrededor del cual se concentraba todo lo que había
en el templo. Allí estaba la vara mágica de Aarón, el vaso con el maná y las dos tablas de la
ley.
Hemos descrito un símbolo perfecto de lo que el hombre es realmente, porque mientras esté
caminando por este valle de la materia y viajando constantemente de un sitio a otro, los palos
no serán quitados nunca por ninguna razón. No se quitarán hasta que el hombre llegue a aquel
estado simbolizado en la Revelación donde se dice: "A aquel que salga vencedor le convertiré
en un pilar del templo de mi Dios, y no saldrá más de allí."
Durante todo el tiempo transcurrido desde el momento en que el hombre comenzó su pasaje
por la materia, ha tenido. este espíritu de peregrinación. No se queda nunca estacionario.
Constantemente se levantaba el templo y el arca era llevada más adelante a un nuevo lugar.
Asimismo, el hombre es llevado de un lugar a otro y de unas condiciones y ambientes a otros.
No es una caminata sin finalidad, porque su meta es la tierra prometida, la Nueva Jerusalén,
donde habrá paz. Pero mientras el hombre esté en esta caminata debe saber que no tendrá
descanso ni paz en ella.
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