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General: EL INTERVALO ENTRE LA RESURRECCIÓN Y LA ASCENCIÓN
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 06/04/2015 08:12

 


Adagio

https://youtu.be/p8TkBM5DeHM 

Una de las fases más importantes de la misión de Cristo sobre la Tierra
consistió en traer a la Humanidad los Misterios Cristianos. Los Padres de la Iglesia
primitivos hacen muchas referencias a estas enseñanzas secretas. Orígenes, uno de
los más importantes entre ellos, alude frecuentemente a las enseñanzas ocultas, lo
mismo que Tertuliano, que debía estar familiarizado con ellas, ya que alega haber
sido un Iniciado de los Misterios de Mitra antes de contactar al cristianismo.
Cuando Cristo dijo a algunos elegidos "sígueme" estaba formulando el primer
Sendero del Discipulado, que conduce a los Misterios Cristianos. El aspirante
moderno, al contemplar las magníficas iglesias de nuestros días, con todo confort,
desahogo y lujo, dedicadas a la memoria de distintos discípulos, está inclinado a
olvidar la vida que esos hombres y mujeres vivieron cuando estaban sobre la tierra.
Fueron empujados, de un lugar a otro, por las más horrendas persecuciones, viviendo
en cuevas y sin atreverse a mostrar su rostro en ninguna plaza pública. Ningún
visitante de Roma puede olvidar las catacumbas, oscuros y sombríos pasajes
subterráneos, de muchas millas de longitud, en los que muchos de los cristianos
primitivos vivieron durante muchos años. Aparentemente, la única recompensa a
tantos años de sacrificio y fortaleza eran las bestias salvajes en el circo o el martirio
en la cruz de su propio Gólgota. Sin embargo, a pesar de ello, aquellos bravos
hombres y mujeres poseían un coraje interno y una alegría anímica como muy pocas
personas hayan jamás conocido. Habían encontrado esa "gran paz que sobrepasa
todo entendimiento". Habían aprendido a decir, con San Pablo: "Ninguna de esas
cosas me mueve", porque habían alcanzado una de las más difíciles consecuciones en
el Sendero del Discipulado: Habían encontrado el Reino de los Cielos dentro de ellos
mismos.
Durante la Semana de Pasión, el intervalo entre el Domingo de Ramos y el día
de Pascua, que se llama Semana Santa, Cristo dio a Sus discípulos muchas claves
relativas al trabajo del discipulado en el mundo físico externo. Durante la semana
entre Pascua y el siguiente domingo u Octava de Pascua, llamada Semana Pascual,
les proporcionó muchas claves relativas al trabajo del discipulado en los mundos
internos o espirituales.
Fue durante aquel místico amanecer del alba de Pascua cuando los seguidores
de Cristo vieron, por primera vez, la efulgente gloria del cuerpo solar del Maestro.
A los tres discípulos más adelantados se les permitió contemplar aquel cuerpo
de luz en el Monte de la Transfiguración, pero ese privilegio sólo lo pudieron
alcanzar, la mayor parte de Sus discípulos, en el Rito de la Resurrección o alborada
de Pascua.
Durante los tres años de ministerio de Cristo en la Tierra, apareció en el cuerpo
físico del Maestro Jesús. Este instrumento humano, para este plano terrestre, era una
pálida sombra comparado con la luminosa radiación del cuerpo solar de Cristo, que
es Su vehículo en el sol espiritual y en el plano de Capricornio, morada de los
arcángeles.
Fue durante ese tiempo maravilloso para el espíritu, que va de la Resurrección
a la Ascensión, cuando los discípulos vieron diariamente a Cristo en Su glorioso
cuerpo, que San Juan describe como "más blanco que la nieve y más brillante que el
sol". Los acontecimientos que tuvieron lugar durante ese trascendental período de
cuarenta días, como ya se ha dicho, se realizaron, en su mayor parte, en los planos
espirituales y sólo los discípulos capaces de funcionar conscientemente en los
mundos superiores, pudieron tomar parte en ellos. Esos sublimes acontecimientos,
descritos en los últimos capítulos del Evangelio de San Juan, eran parte de la
preparación, mediante la que los discípulos fueron acondicionados para el más
elevado suceso espiritual de la vida humana, descrito bíblicamente como la Fiesta de
Pentecostés.
En el amanecer de Pascua, cuando Cristo se le apareció, en la gloria de Su
cuerpo arcangélico, a María Magdalena, uno de los más elevados discípulos
femeninos, probó la extensión de sus poderes de clarividencia. Luego, la misma
mañana, las Escrituras nos dicen: "A otras de las santas mujeres se les apareció de
otras maneras" (San Marcos 16:12).
El hombre posee otros cuerpos, de sustancia más tenue que el físico. El cuerpo
de deseos o astral está compuesto de materia del mundo astral; el cuerpo mental, de
sustancia del mundo mental; el cuerpo espiritual, de la sustancia espiritual de sus
planos. El Maestro Iniciado puede atraer fácilmente hacia Sí átomos pertenecientes a
esos planos, revistiéndose de un cuerpo de esa determinada sustancia. Con la misma
facilidad puede disolver ese cuerpo cuando ya no le es necesario, y devolver sus
átomos a la sustancia universal de donde vinieron, lo cual explica el misterio de la
tumba vacía, tanto tiempo objeto de disputas entre las distintas iglesias. Todo el que
ha trascendido el elevado estado de Iluminación, conocido como Iniciación de la
Tierra, ha obtenido el completo y absoluto control de todos los átomos y puede
disociarlos y disgregarlos a voluntad, que es lo que hizo Cristo antes de Su
Resurrección, ya que no necesitaba aquel cuerpo físico, por haber concluido Su
misión en la Tierra.
El Maestro se apareció a aquellas mujeres revestido en Su cuerpo etérico, pues
su visión no era tan profunda como la de María Magdalena. En el camino de Emaús,
según las Escrituras, "sus ojos fueron cegados y por eso no lo pudieron reconocer".
Luego, siguen diciendo: "sus ojos fueron abiertos y pudieron reconocerlo". Estas
afirmaciones se refieren al desarrollo de la clarividencia. El poder de la clarividencia
y la facultad de abandonar el cuerpo físico a voluntad, como un Auxiliar Invisible,
son dos de las fases más familiares del Discipulado Cristiano y, en los libros del
Nuevo Testamento, se hace frecuentemente referencia a esas dos etapas.
La noche de Pascua, durante el suceso ya descrito, cuando el Maestro se les
apareció a los discípulos en la Cámara Superior, con las puertas y ventanas cerradas
y atrancadas, les estuvo enseñando que la materia física no puede nunca constituir
una barrera infranqueable para el cuerpo del espíritu. Es ésta una verdad que pueden
atestiguar muchos estudiantes de los fenómenos psíquicos.
El día siguiente, en el Mar de Galilea, Cristo enseñó a Sus más avanzados
discípulos cómo desarrollar y emplear ciertas corrientes espirituales internas. El
desarrollo y empleo apropiado de las mismas protegerá siempre al discípulo de
furiosas embestidas psíquicas, de la influencia siniestra de desencarnados apegados a
la Tierra, y de los terrores de la obsesión. Ningún discípulo debe arriesgarse a
trabajar en los planos psíquicos si no ha aprendido cómo protegerse con el escudo y
la armadura de la pura y blanca luz.
 
"Estaba ya amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla, aunque los
discípulos no se dieron cuenta de que era Él.
Jesús les preguntó:
-Muchachos, ¿tenéis algo de comer?.
Contestaron:
-No.
Les dijo:
-Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron y cogieron tantos peces que no tenían fuerzas para sacarla. El
discípulo amado de Jesús le dijo a Pedro:
-Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro se ciñó la túnica, pues iba desnudo, y se
tiró al agua. Los otros discípulos fueron en una barca, que estaba a unos cien
metros de la orilla, tirando de la red con los peces. Al saltar a tierra vieron un
pescado puesto a asar sobre brasas, y pan.
Jesús les dijo:
-Traed algunos peces de los que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de
peces grandes: Ciento cincuenta y tres. A pesar de ser tantos, no se rompió la red.
Jesús les dijo:
-Vamos, almorzad.
Ningún discípulo se atrevía a preguntarle quién era, sabiendo muy bien que
era el Señor" (Juan 21:4-12).
 
Aquí, como ya se ha dicho, está contenida una de las más profundas
enseñanzas dadas por Cristo durante todo Su ministerio. Es la continuación del
profundo trabajo esotérico antes aludido, del Lunes de Pascua. Su acción no se
desarrolló en el plano físico, sino en el mundo interno en el que los discípulos
actuaban en sus vehículos espirituales. Dado que el pez es un habitante de las
profundidades, ha sido siempre el símbolo religioso de los acontecimientos
esotéricos profundos. Este símbolo lo usaron ampliamente los primeros cristianos,
durante el período de su intensa persecución. No se trataba de hombres que
capturaban y vendían peces como medio de vida, sino de discípulos entrenados bajo
la guía de San Juan el Bautista para recibir las enseñanzas esotéricas profundas que
impartiría el Maestro. Una clave de este hecho está en la mención que se hace del
panal. Si se tratase de un suceso físico natural, ciertamente no resultaría muy
apetitosa una comida compuesta de pescado y miel. Esta última se ha utilizado, desde
tiempo inmemorial, en las ceremonias de Iniciación. En los antiguos Misterios,
cuando el aspirante había pasado con éxito determinadas etapas, era jubilosamente
recibido, dándosele la bienvenida por sus compañeros iniciados, que compartían con
él la ambrosía, bebida de acción de gracias, compuesta de miel y algunas hierbas. Por
tanto, mediante el uso simbólico del pescado y la miel, se nos quiere decir que los
más adelantados entre los discípulos del Maestro fueron introducidos en las más
profundas verdades esotéricas de los primeros Misterios Cristianos.
Durante el intervalo entre la Resurrección y la Ascensión, los discípulos
fueron recompensados por los largos años de sacrificio y renunciación. Las
maravillosas glorias de aquellos días santos llenaron de revelaciones divinas las
horas de íntima y tierna comunión con su resucitado Señor. Sólo los que estaban
suficientemente evolucionados como para funcionar conscientemente en los planos
internos, pudieron experimentar la gloria del intervalo entre la Resurrección y la
Ascensión. Estos días sagrados se sitúan, verdaderamente, entre el cielo y la tierra.
Nunca podrían ser descritos con meras palabras. San Juan se refiere a ellos en las
palabras finales de su Evangelio: "Y hay otras muchas cosas que Jesús hizo y pienso
que, si fuesen escritas, una por una, ni siquiera el mundo entero podría contener los
libros que habría que escribir".
 
 

 

 

 
 



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