Hay varios grados de vista espiritual. Uno de ellos permite al hombre ver el éter
ordinariamente invisible con las miríadas de seres que lo pueblan. Otras variantes
superiores le proporcionan la facultad de ver el Mundo del Deseo y aun el
Mundo del Pensamiento, permaneciendo, no obstante, en su cuerpo físico. Pero
estas facultades, aunque valiosas cuando se ejerce bajo el control de la voluntad
del hombre, no son suficientes para leer la "MEMORIA DE LA NATURALEZA" con
absoluta exactitud. Para hacer esto y efectuar las investigaciones necesarias con
objeto de que uno pueda comprender cómo se teje y desteje el "Velo del Destino",
es necesario poseer la facultad de salir del cuerpo físico y funcionar fuera de él
en ese cuerpo-alma, el cual hemos dicho se halla formado de los dos éteres
superiores, estando al mismo tiempo investidos con el cuerpo de deseos y la
mente. De este modo el investigador se halla en posesión completa de sus
facultades; él conoce todo lo que sabe del mundo físico y tiene la habilidad de
traer consigo a la conciencia de vigilia las cosas que ha aprendido fuera.
Cuando uno posee esta habilidad debe aprender también a dominarse a sí mismo
para "comprender" las cosas que ve fuera de su cuerpo, pues debe compenetrarse
de esto: No basta con que seamos capaces de abandonar nuestro cuerpo para
entrar en otro mundo y ver las cosas de él. Por este hecho no nos hacemos
omniscientes, del mismo modo que no sabemos el uso ni el modo de actuar
de todas las cosas del mundo físico a pesar de vivir aquí día tras días y año tras año.
Para ello se necesita mucho estudio y aplicación con objeto de hacerse
familiar con los fenómenos del mundo en el que estamos viviendo con
nuestros cuerpos físicos. Así pues, este libro, la "Memoria de la Naturaleza", no
podemos leerlo fácilmente al primer intento ni al segundo, porque lo mismo que
para aprender a leer un niño nuestros libros ordinarios, necesita emplear
mucho tiempo, así también se necesitan muchos esfuerzos y mucho tiempo
para descifrar este maravilloso pergamino.
Es un hecho muy conocido por todos los estudiantes de la ciencia que la historia
de la Tierra está escrita en caracteres inconfundibles sobre las rocas y los glaciares.
Sobre cada piedra se encuentra algún signo que guía al investigador capacitado
para descifrar su mensaje concerniente al desenvolvimiento de la Tierra durante
las épocas pasadas y es curioso leer en los libros de texto referentes a esta materia,
el modo en que los exploradores de esta ciencia han podido reconstruir la historia,
valiéndose de infinidad de tales indicios. Asimismo es muy conocido el fenómeno
de que cada movimiento individual que nosotros hacemos, deja tras sí huellas que
pueden ser reproducidas aunque ellas son invisibles aún para nosotros mismos.
El ingenio maravilloso exteriorizado por los indios, según citas de Fennimore
Cooper y otros, para perseguir y descubrir a sus amigos o enemigos a través
de la selva virgen guiados por los arbustos rotos, etc., es superado extraordinariamente
por los científicos del día, quienes por sus conocimientos antropométricos son
capaces de identificar a los criminales por sus marcas digitales.
Las fantásticas hazañas en apariencia de Sherlock Holmes se han duplicado
mediante los actuales métodos para la identificación criminal. Los movimientos
de la humanidad de hoy pueden ser reproducidos gracias a la cámara cinematográfica
después de que transcurran muchos años de que sus actores reales se han
consumido en la tumba, y así, iluminados por los últimos descubrimientos, podemos
preparar nuestras mentes para aceptar la creencia de que existe un registro automático
de la vida humana y de la vida de los pueblos, conservado en lo que podemos
llamar, a falta de un nombre mejor, la "Memoria de la Naturaleza". Ésta nos
muestra los estados de evolución alcanzados por todos los seres vivientes y
proporciona a los ministros de Dios, los ángeles guardianes, la perspectiva
necesaria con objeto de ayudarnos en nuestro esfuerzo para alcanzar la sabiduría,
el conocimiento y el poder; el motivo por el cual esas lecciones son necesarias
para nuestro ulterior avance en el Sendero.
En lo que se refiere a un individuo, este registro comienza en el momento en que
él emite su primer impulso respiratorio y continúa hasta que el último soplo de su
vida ha vaciado las arterias de su sangre.
Nosotros sabemos que todo el Universo es una constante vibración de vida y
que todos los objetos emiten de sí mismos ondas vibratorias que revelan su
naturaleza y presencia. También sabemos que cuando un niño efectúa su primera
respiración, se cambian las condiciones fisiológicas del corazón, cerrándose el
orificio ovalado y la sangre viene forzada a circular por el corazón y los pulmones.
Aquí, ésta se encuentra con el aire cargado con una imagen de los alrededores,
y así, la sangre, que es el vehículo del Ego, absorbe en los pulmones una fotografía
completa del mundo que le rodea. Cuando la sangre corre a través del ventrículo
izquierdo del corazón, deja una huella impresa sobre el diminuto átomo simiente
situado en el ápice, lo cual corresponde a la cámara cinematográfica. Tampoco
debe presentársenos ningún obstáculo para aceptar y creer esta idea de que
pueda ser posible imprimir un gran número de imágenes sobre una superficie tan
pequeña. Cuando nosotros consideramos que la imagen de la Luna que percibimos
en nuestra retina es un diámetro menos de dos centésimas partes de una pulgada,
podemos considerar que una imagen mucho más pequeña puede ser bien distintivo,
puesto que aun dentro de tan pequeño espacio podemos notar a simple vista un
gran número de montañas y valles de la Luna. La imagen de un hombre a la
distancia de cien pies, o cosa así, no llega a la vigésima parte de una pulgada, según
ha dicho una autoridad en estas materias y sin embargo podemos distinguir en
tan diminuta imagen la expresión de la cara, el modelo del traje, etc.
Análogamente, hay sobre este pequeño átomo simiente una imagen de todas las
acciones realizadas por nosotros, un cuadro de todas las escenas en las que hemos
tomado parte durante todo el tiempo que media entre el nacimiento y la muerte.
Jorge de Maurier y Juanito London describen en "Peter Ibbetson" y en "The Star
Rover", cómo una persona viviente puede volver a vivir otra vez los sucesos de su
niñez, en las que se ve a sí mismo, a sus compañeros de juego, a sus padres,
a todo el ambiente de aquel entonces, reproducido en efecto del recuerdo o registro
etérico de su vida infantil y aun de pasadas encarnaciones. Cualquiera que sabe el
secreto de ponerse en contacto con tales imágenes puede hallar y leer la vida de las
personas con las que se pone en relación como se ha probado con los médiums.
Pero mientras que los sucesos recientes y contemporáneos pueden leerse con
relativa facilidad, se hace gradualmente difícil el leer según va uno yendo hacia
atrás, porque los cuadros impresos en el éter son imprecisos cuando se
comparan con sus correspondientes que se encuentran en planos superiores y
además se desvanecen gradualmente.
Cuando un vidente examina a una persona que está por caer enferma, encuentra que
su cuerpo vital se está haciendo más tenues y cuando éste ha alcanzado un
determinado punto de sutilidad en el que ya no le es posible soportar al cuerpo físico,
entonces este último comienza a sentir los síntomas de lo que llamamos enfermedad.
Por el contrario, algún tiempo antes de que comprobemos el restablecimiento físico,
el cuerpo vital empieza a adquirir más densidad; período que marca el comienzo de la
convalecencia. Es asimismo patente para todos aquellos que tratan a las víctimas
de accidentes, que éstas no sufren tan agudamente cuando acaban de sufrir el accidente
como algo después. Esto es debido a que el cuerpo vital en el momento del
accidente queda ileso y por lo tanto el efecto total del accidente no se nota hasta
que este vehículo se ha hecho más tenue e incapaz de sostener el proceso vital.
Podemos, pues, observar que hay cambios en el éter de un ser humano, y acorde
al axioma hermético, "Como arriba, es abajo", y viceversa, hay también cambios
en el éter planetario el cual constituye el cuerpo vital del Espíritu Terrestre, y
como la memoria consciente de los sucesos recientes que es muy intensa en el
ser humano palidece gradualmente, así también el registro etérico, que es el
más inferior aspecto de la "Memoria de la Naturaleza", se debilita con el tiempo.
En la más elevada subdivisión de la Región del Pensamiento Concreto, justamente en
la línea fronteriza que separa el espíritu de la materia, se efectúa una impresión de las
cosas y sucesos más profunda, límpida y duradera que la del registro etérico,
porque mientras que los sucesos inscriptos sobre este registro se esfuman y
quedan como manchas en el curso de unos cuantos centenares de años, y aun
acontecimientos importantes pueden durar solamente mil o dos mil años, el
recordatorio que hallamos en la más elevada subdivisión de la Región del
Pensamiento Concreto, permanece durante todo el Período Terrestre. Mientras
que los cuadros impresos en el éter reflector pueden ser examinados y leídos por
un vidente falto de ejercitamiento que posea únicamente un poco de vista
espiritual se requiere pasar a través de varias iniciaciones antes de que sea
posible para cualquiera el leer los recuerdos conservados en
la elevada región citada antes.
Se comprenderá fácilmente la relación que existe entre este registro y el impreso
en el éter y también entre el recuerdo absolutamente permanente que se halla
inscripto en el Mundo del Espíritu de Vida, si se examina el diagrama núm. 1 del
Concepto Rosacruz del Cosmos. Paracelso llama al recuerdo impreso en el éter
Vista Sideral, y Eliphas Levi, el gran cabalista, habla de estos recordatorios como
si se conservasen en la Luz Astral. Esta es una definición verídica, pues aunque
no tienen nada que ver con las estrellas, como se podría interpretar por su nombre,
ellos se hallan en la Región Etérica más allá de la atmósfera de la Tierra.
El médium o la víctima hipnótica que abandona su cuerpo por un método negativo
y bajo un control ajeno a él, levita hacia tales planos tan naturalmente como
el cuerpo físico gravita hacia la Tierra.
Como hemos dicho en el Concepto Rosacruz del
Cosmos referente a la constitución de nuestro planeta,
el sendero de la iniciación pasa por medio de la
Tierra de la circunferencia al centro, un estrato cada
vez, y aunque nuestros cuerpos físicos son
impulsados en tal dirección por atracción gravitacional,
su densidad evita que la traspase, tan eficazmente
como la fuerza de levitación repele a la clase inculta
antes citada de los recintos sagrados. Solamente
cuando por el poder de nuestro propio espíritu salimos
de nuestro cuerpo denso, instruidos por y como
consecuencia de una recta manera de vivir, somos
capaces de leer el registro etérico con la mejor de las
ventajas. A un punto más avanzado de progreso el
"estrato del agua" de la Tierra es abierto al iniciado
y entonces se pone en un estado conveniente para leer
el recuerdo de los pasados sucesos grabados
permanentemente en la viviente substancia de
la Región de las Fuerza Arquetípicas, donde la duración
y el espacio prácticamente no existen y donde todo
es un eterno y permanente Ahora.