El hombre
puede ser fiel a su propósito de encontrar a Dios y de tornarse cada vez más
como El.
Libro de
Urantia. Pág.1133
El ser
humano está rodeado de cosas que no puede comprender, pero es esa porción de
Dios que mora en nosotros, la que nos impulsa a ir más allá de lo que realmente
somos y hacer de lo ordinario y cotidiano algo extraordinario, porque gracias a
que “la mente ha sido otorgada a los mortales para que ellos puedan volverse
autoconscientes de la identidad y de la personalidad, ellos son capaces de
lograr una autoidentificación eterna con la realidad universal total e
indestructible, como es la fusión con el Ajustador de Pensamiento residente.”
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Amar a
Dios, no es cultivar un sentimiento ni dejarnos llevar por una emoción
esporádica, es un trabajo interno de
tiempo completo, para limpiar nuestra mente y nuestra alma para que su templo
esté limpio. Amar a Dios es la adhesión de nuestra mente y de nuestra
inteligencia para descubrir la Verdad donde quiera que ella se encuentre. Es la
entrega de nuestra voluntad para hacer la Voluntad de Dios. Es encontrarlo en el
contacto directo con nuestros hermanos y demostrar con nuestras obras que somos
sus hijos.
Amar a
Dios es encontrarlo en la Verdad, la Belleza y la Bondad de nuestro planeta, de
nuestro entorno y especialmente en nosotros mismos porque “ la auto conciencia
intelectual puede descubrir la belleza de la verdad y su calidad espiritual, no
sólo en la consistencia filosófica de sus conceptos, sino en forma más certera
por la respuesta infalible del Espíritu de la Verdad siempre presente. La felicidad resulta del reconocimiento de la
verdad, porque se puede vivir en la propia experiencia”
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La
verdad, la belleza y la bondad, cualquiera
sea el uso que se pueda hacer de ellas, pertenece en esencia al Creador,
que por ellas proyecta en la apariencia algo de su Ser y al hacerlas parte de
nosotros, nos estamos asemejando a El y
como consecuencia de esta semejanza con Dios encontramos la felicidad y la paz
interna, “porque cuando el hombre comienza a comprender y a experimentar la personalidad y el carácter del Dios vivo, es conducido cada
vez más, al amor de un Padre bueno y perfecto, universal y
eterno”1675
yolanda
silva solano