La alegría del que sirve Un día le preguntaron a Gerard Bessiere cómo se las arreglaba para estar siempre contento, para tener siempre la cara iluminada por la sonrisa. El remedio, contestó, es “salir de uno mismo” buscar la alegría donde está, e interesarse por los demás.
Quien renuncia a su felicidad, la encontrará duplicada en los demás. Por eso dice Jesús: “Quien pierda su vida, la ganará”. (Mc 8, 35)
Todos somos necesarios y todos nos necesitamos.
Bien lo han comprendido los que no sólo se dan durante la vida, sino hasta después de muertos, y donan su cuerpo, sus ojos, su corazón, su hígado… Así siguen viviendo y dando vida a otros.
Un buen ejemplo de amor y servicio lo tenemos en la madre Teresa de Calcuta. Cada día sus hijas recogen a miles de personas hijas del hambre y de la muerte, faltas de cariño y de amor. Sólo el silencio de la noche sabe la dedicación de estar personas y otras muchas que laboran en una vida oculta y entregada. Es el servicio el único afán de todos aquellos que recogieron y se adueñaron del mandato de Jesús: sirvan a todos.
Gabriela Mistral cantó magistralmente un himno al servicio: Toda la naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde hay un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que apartó la piedra del camino, el odio entre los corazones y las dificultades del problema.
Hay alegría de ser sano y de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa alegría de servir.
Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios; adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.
Aquel es e que critica; éste es el que destruye. Tú sé el que sirve. El servir no es tarea sólo de seres inferiores. Dios que da el fruto y la luz que sirve, pudiera llamarse EL QUE SIRVE.
Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol? ¿A tu amigo?¿A tu madre?
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